Hablar con aquel tipo resultaba desquiciante. Ante una evidencia palmaria, enarcaba las cejas con gesto de duda:
- ¡Mira Jesús, eres desesperante! ¿Me vas a negar que 2 y 2 son 4?
- Cierto, lo pongo en duda, yo digo que son 22.
- ¡Eres inaguantable! Dime ahora: ¿1 + 1 no son igual a 2?
- No; son 10.
- ¡No te soporto! ¡Eres repelente...! ¡Realmente no sabes nada!
- Tú lo has dicho: sé algo; posiblemente más que tú.