- Padre, el señor de detrás -mi padre- quiere confesarse...
- Que pase, le atiendo ahora.
- Verá, padre, es que está sordo y habla a voces. Se va a enterar todo el mundo... ¿Puede confesarle en una habitación cerrada?
- Lo siento no puedo. Será aquí.
- Pues sepa, padre, que me acuso de pecar de pensamiento: Pienso que es usted un hijo de puta. Y además peco de palabra: ¡Hijo de puta!; y también de omisión: el puñetazo que se merece, se lo perdono.
Jesús Marcial Grande Gutiérrez