Temía el momento de la fiesta con los compañeros: la comida con su animada charla, los chistes y las bromas rebotando entre los comensales, el fin de fiesta vocinglero... Decididamente todos se encontrarían como peces en el agua: ¡Todos menos uno! Él, no podía ser pez payaso, ni estrella de mar, ni siquiera tiburón... acaso debería conformarse con el silencio de la ostra. Se sintió habitante de otro mundo, poseedor de alas que surcaban mares diferentes: en la fiesta de los peces la rana se divierte media hora, la paloma se ahoga en un minuto.
Jesús Marcial Grande Gutiérrez