Revista Cultura y Ocio
El judío llegó a las letrinas del campo y se remangó su uniforme de preso. Miró aterrado aquella herida pestilente cuya infección se extendía con rapidez. Expuso el brazo a la nube de moscas que se abalanzaron sobre ella. Durante diez minutos observó como se paseaban entre su tejido putrefacto, como disolvían con sus jugos las gotitas de pus, como ovulaban frenéticamente sobre ella... Luego, volvió a cubrir el brazo y regresó a su barracón esperanzado. Si el médico, preso como él, tenía razón las larvas de aquellos insectos que ahora incubaba le salvarían la vida, de momento.
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