Yace en el suelo, encogido, acurrucado, con los ojos inyectados de rabia y las manos cerradas contra el pecho.
- ¡Golpeadle con los mangos de las espadas en los nudillos! -grita el que parece ser el jefe de todos ellos.
Tras un largo forcejeo y varios gritos de dolor, acaba abriendo las manos ensangrentadas.
- Cada año les cuesta más soltarlo....-lamenta el Maestro de Ceremonias mientras que, con un paño de terciopelo rojo, limpia la sangre del mallete para entregárselo al nuevo Venerable Maestro.
Moisés López
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