Acabo de estrenar mi primera obra de microteatro, titulada Llámame papá y ha sido, claro está, en una de las salas del prestigioso Microteatro por Dinero, que en estos momentos hace furor en la capital del reino.
Para quien no lo conozca baste decir que es un local con cinco microsalas en las que se representan cinco obras de microteatro durante un mes. Caras conocidas y artisteo patrio suponen un excelente escaparate para actores y directores, y ahí estamos, en la sala 5.
Reconozco que la sensación de estrenar una obra de microteatro es muy difícil de olvidar; tener al público ahí, a escasos centímetros de los actores, supone un reto maravilloso, no hay trampa ni cartón, no caben medias tintas; tienes quince minutos para dejar satisfecho al respetable.
Entras a la sala, te sientas entre ellos, como uno más y les observas, esperando con impaciencia las primeras risas y de pronto escuchas sus risotadas que confirman lo que tanto has anhelado; hemos acertado.
Julián Teurláis y Miguel Catarecha han conformado un dúo maravilloso, se entienden bien, juegan con el texto y han logrado esa complicidad que permite hacer de cada función una obra nueva. Los dos hacen un trabajo espectacular, consiguen que el público estalle en carcajadas y llevan la situación a su punto máximo en un crescendo de humor que me motiva a escribir más y mejor.
Hoy, a escasas horas de finalizar el año, recién llegado a casa de las funciones, he estado reflexionando y he terminado por descubrir que la pasión por mi trabajo se alimenta de tres ingredientes; las risas del público, la pasión por mis actores y unas gotas de esencia de mi alma.
A todos os deseo un espectacular año 2012, acabar 2011 trabajando y abrirlo de igual modo es le mejor regalo que podía esperar en estas Navidades.
P.D.: El día 1 retomamos las funciones de LLÁMAME PAPÁ, os esperamos.