El conflicto va a surgir con el encuentro con una antigua novia de su amante, que empezará a hacerle chantaje. Desde ese instante Irene penetra en una espiral de angustia y miedo. Se queda paralizada ante el descaro de su nueva enemiga, que con una sola palabra puede llegar a desmoronar esa existencia privilegiada que tan poco había valorado hasta entonces. Irene jamás se ha sentido tan sola. No puede desahogarse ante nadie y debe disimular ante su familia la angustia que la devora por dentro, sobre todo ante las miradas, cada vez más escrutadoras, de su marido.
Miedo es una narración que desarrolla los temas típicos de Stefan Zweig: la vida burguesa, la tentación de lo prohibido y, ante todo constituye otro estudio psicológico profundo de una protagonista femenina. Irene es una nueva Eva que ha probado del fruto prohibido y que, por primera vez en su vida debe enfrentarse a las consecuencias de sus actos. La novela cuenta con un giro final muy melodramático que es más obvio en su adaptación cinematográfica, donde nos presentan a una protagonista mucho menos ocioso, ya que trabaja como encargada de la administración de la empresa de su marido. Ya no creo en el amor no es de las mejores películas de Rossellini, pero sí que resulta un vehículo perfecto para que Ingrid Bergman nos obsequie con otra de sus memorables interpretaciones. El de Irene es un papel hecho a su medida, pues pocas actrices eran capaces de mostrar sutilmente la tormenta de emociones internas que abruman a su personaje.