En este post quiero hablar sobre el miedo a acercarse a las mujeres. Para ello le he pedido a un buen amigo mío que comparta con nosotros las sensaciones y temores que todavía experimenta al iniciar conversaciones con desconocidas. Él es consciente del perjuicio que le causan estos miedos ya que le impiden conocer chicas y limitan en gran medida su círculo heterosocial. Quizás a algunos de vosotros estos temores os resulten familiares.
Mi colega es un chico de treinta años, dueño de un negocio propio desde hace poco (una buena aventura en los tiempos que corren) y con un círculo de amigos bastante grande. No es una persona excesivamente extrovertida de buenas a primeras pero yo destacaría su honestidad, afilado sentido del humor y peculiar visión de la vida. Le acompaña un aura bastante Zen, aunque siempre es capaz de encontrar la parte positiva de las cosas y tampoco acostumbra a complicarlas demasiado. Es sin duda uno de esos amigos con los que podrías contar en caso de necesidad.
Por lo que respecta a las mujeres, su tipo ideal sería más bien una chica de aspecto bohemio y despreocupado, con una belleza poco común que la diferencie del resto. Creo que tiene un gusto bastante peculiar y escasamente compartido por el resto de sus amigos.
Por su entorno y trabajo casi siempre ha tenido que centrarse en el ambiente nocturno o entorno social cercano para conocer chicas, a excepción de los momentos en que ha tenido relaciones estables de mayor duración y compromiso. Físicamente estaría en la media, no entra en el prototipo de chico cañón y musculoso pero su aparente abstracción de la realidad tiene su atractivo. Sé que hay chicas de un determinado perfil que se han llegado a sentir muy atraídas por él.
Sin embargo en las épocas en las que está soltero le cuesta bastante conocer gente. Quema noches y fines de semana en bares de copas y discotecas y, aunque a veces hay alguna excepción, tiene muchas dificultades para conocer chicas por cuenta propia.
El problema suele aparecer cuando se da cuenta de que hay cerca una chica que le gusta. Una de esas chicas que hacen que se le acelere el corazón. Para otros hombres quizás no resulte especialmente atractiva, pero esa belleza bohemia y discreta le seduce y es entonces cuando le vuelven a invadir el miedo y los nervios.
Mi amigo conoce bien ese miedo: lo experimenta en muchas ocasiones y, a pesar de renegar de él y jurarse que la próxima vez lo vencerá mientras vuelve a darse cuenta de que ya está en el coche de camino a casa, casi siempre vuelve a aparecer. Cuando se toma una copa antes de salir esos miedos le parecen lejanos, pero al llegar el momento de la verdad normalmente emergen de nuevo a la superficie y lo paralizan por completo.
Es el miedo a desaprovechar la oportunidad con ella. A no estar a la altura de las expectativas, a no saber qué decir, a quedarse en blanco, a parecer un idiota, a temblar de nervios, a hacer el ridículo. Miedo a que le hagan ver que en realidad no es tan guay como se cree. En fin, es el temor a ser rechazado por una persona a la que podría amar. Eso le lleva a preferir no actuar antes que arriesgarse, por muy difícil que nos parezca de entender racionalmente: su autoestima y autoconcepto están en juego.
Cuando lo comenta conmigo, su miedo aún le parece más irracional. Y lo entiendo. Él me percibe como una persona que se acerca a las chicas sin sentirse intimidada, haciéndolas reír y mostrándome sincero con mis intenciones. Sabe que el rechazo no me preocupa y que pase lo que pase me lo tomaré con humor y despreocupación. De hecho, no me comporto de forma muy distinta a cómo me relaciono con mis amigos.
Mi amigo confiesa que entonces no entiende por qué él se queda paralizado. Supone que por sus experiencias o educación tiende a poner a las mujeres desconocidas en un pedestal, como si fueran un ente inalcanzable. Sé que tiene un concepto del amor muy romántico e imagino que en su caso el hecho de verlas como una potencial pareja a la que realmente podría amar y cuidar hace que la posibilidad de que exista un rechazo le paralice aún más. Lo que realmente le fastidia es que ese miedo aparece una y otra vez, y que cada noche es como volver a empezar de cero.
Mi opinión es que mi amigo ve el rechazo como algo que es totalmente responsabilidad suya. Cree que esa mujer lo está rechazando a él por ser como es, y eso es un golpe muy duro a la autoestima de cualquier persona. No sé da cuenta de que hay muchas variables que escapan a nuestro control.
Es mucho más probable que nos juzguen nuestros conocidos más cercanos que personas con las que no tenemos relación, porque las primeras se preocupan de lo que hacemos o decimos. Y sin embargo, él es capaz de hablar con varios de nosotros a la vez y mantener una conversación divertida e interesante, así que seguro que puede hacer lo mismo con una chica que acaba de conocer. Pero él no lo sabe.
Tampoco es capaz de ver que el miedo del que habla es muy valioso. Fijaos qué pasa con las cosas buenas o interesantes en la vida como un trabajo nuevo, una cita, el nacimiento de un hijo, la creación de una empresa, etc. Todas ellas van acompañadas de miedo porque existe la posibilidad de fracasar, y el cuerpo usa el miedo para darnos la energía necesaria para prevenir esos fracasos. El miedo a los fracasos es lo que da a la gente la motivación necesaria para prevenirlos.
Biológicamente hay muy poca diferencia entre el miedo al fracaso y la preparación para el éxito (del libro Brain rules, Dr. John Medina). En ambos casos es porque el cuerpo está reuniendo energía para nosotros. El cuerpo no se preocupa de si es para algo bueno o malo, sólo sabe que debe prepararse para algo que va a ocurrir. La reacción del cuerpo ante la excitación y el miedo es la misma.
Negar que no tenemos miedo a conocer chicas es absurdo, pero la ansiedad y energía que crea ese miedo la podemos aprovechar de dos formas: para estar atemorizados o para estar excitados. Nuestro cuerpo no puede ver la diferencia, así que la decisión es nuestra.
Os recuerdo que en nuestros talleres Ligar sin miedo trabajamos en profundidad cómo usar a nuestro favor este miedo y darle la vuelta a los rechazos, entre otros muchos aspectos.