MARYCLEN STELLING.
Abordamos nuevamente el “universo afectivo” que condiciona “nuestra relación con el orden político”. Parecen arrollarnos “fuerzas que irrumpen y rompen cualquier intento de racionalidad y de objetividad”. ¿Asistimos al triunfo de la pasión sobre la razón? Recientes acontecimientos denuncian un clima emocional de ansiedad, aprensión, resentimiento y miedo, que se apodera tanto de nuestros entornos privados como de la esfera política. El miedo, intensa emoción, originada en la percepción de un peligro o la anticipación de un mal posible, provoca una sensación desagradable y deseos de huida. Impera el miedo a que nuestros miedos se conviertan en una previsión indeseable realizada. Miedo ante las próximas elecciones municipales y a la fuerza electoral del adversario; a unas primarias que entrañan “la amenaza permanente de la pasión individualista… y habrían dejado al chavismo partido en pedazos”. Miedo al peso político de un Chávez mítico y a que Maduro no encuentre su propia esencia en la gestión presidencial. Miedo a la Habilitante y a que “el régimen”, en la procura de una sola voz, “ejecute un proceso de asfixia contra los medios”. Miedo a que la impaciencia lleve a apresurar los tiempos y “conduzca a una salida militar”. Miedo a la crisis económica, a la inseguridad, al flagelo de la corrupción y a denunciar a los “altos” corruptos. Miedo a la ineficiencia y a reconocer los logros de la gestión gubernamental. Miedo a transitar por determinados espacios y en horas específicas. Miedo a la polarización, a las posibilidades de consenso y de acuerdo nacional. Miedo a la igualdad, a la discriminación y a la diversidad sexual. Miedo a ser atrapados por la cultura del miedo mediatizada. El miedo exagerado e irracional se constituye en fobia y puede desplegarse sobre cualquier cosa o categoría de personas. Las fobias se expresan bajo la forma de temor, disgusto, desaprobación, odio, hostilidad, prejuicio y discriminación contra el objeto de la fobia, como podría ser la diversidad sexual. Desde el entorno político asistimos recientemente a una grave demostración homofóbica, que, presumimos, traduce un sentimiento negativo de aversión y se expresó en un movimiento de aniquilación política en razón de la orientación sexual. ¿Vivimos un presente caracterizado por la ausencia de grandeza? ¿Moramos bajo el imperio de la mezquindad? Maryclen Stelling [email protected]Revista América Latina
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