Miedo me da
El miedo no está de moda. Mi muro de Facebook se llena de citas y consejos que instan a huir de él, a eliminarlo. Creo, sin embargo, que el miedo es una emoción útil, como casi todas, siempre y cuando no se lleven a un extremo o no nos alojemos en ellas. No hablo del pánico, que paraliza, sino del grado de miedo que hace estar alerta, ser prudente, esforzarse, valorar lo que tienes y no quieres perder o reconocer que en ocasiones necesitamos ayuda. No imagino vivir sin miedo: o eres un temerario o no has puesto un pie fuera de tu zona de confort. Ni imagino mi vida si no hubiera tomado algunas decisiones que me hicieron temblar las piernas, sin las situaciones en las que ser valiente me parecía la única opción. Porque si no hay miedo, ¿dónde nace el coraje?
Sí, tengo miedo, lo admito. Tengo miedo de sufrir, miedo a hacer daño y miedo a la soledad mayúscula. Tengo miedo a que vuele el tiempo, a poderme arrepentir de lo que no he hecho o dicho, miedo a que se me escurra la vida (no me refiero al miedo a morir, es mayor mi miedo a no vivir). Tengo miedo a equivocarme y más miedo aún a no tener el valor de intentarlo. Estoy tan asustada, que no me acobardaré. De tanto temer, el miedo menos miedo me da.