Revista Diario

Miedo y maternidad

Por Belen
El día que vi las dos rayitas en el test de embarazo empecé a sentir miedo. A día de hoy lo sigo teniendo, pero elevado a la enésima potencia. Creo que una persona no sabe lo que es el miedo real, el miedo que te hace temblar, el miedo que te hace llorar hasta que no tiene hijos. Al menos esa es mi experiencia.
Como digo, mi miedo empezó con aquel test de 7 €uros. A partir de ahí, el miedo porque estuviera implantado, miedo porque latiera su corazón, miedo porque el pliegue nucal fuera el adecuado, miedo por la ecografía de las 20 semanas, miedo cuando empezaron las contracciones, miedo cuando no podía salir de la cama, miedo porque el tiempo pasaba despacio, miedo porque creciera según las semanas de gestación, miedo porque se colocara correctamente. De unos ocho meses dejé de tener miedo, no sé por qué, por fin disfrutaba de mi embarazo y de ahí hasta que tuve a mi hijo fueron unas semanas maravillosas, de las más felices de mi vida. No tuve miedo al parto, a las contracciones, al dolor, a la recuperación, eso no me dio miedo. No me dio miedo coger a mi bebé, amamantarle, no tuve miedo de que no aceptara la lactancia. Durante esa primera semana fui una mujer sin miedo.
Pero a la semana de vida el terror tocó a mi puerta cuando mi hijo enfermó y hubo que ingresarle en el hospital. El miedo regresó. Miedo día tras día, noche tras noche, hora tras hora. Miedo al diagnóstico, miedo a la recuperación, miedo al quirófano, miedo a los médicos.
Cuando regresamos a la normalidad, había más miedos claro, miedo a las recaídas, miedo a no saber detectar cualquier problema a tiempo.
El paso del tiempo mitiga mucho el miedo, el tiempo es un gran aliado. Pero el miedo nunca te deja ya, miedo si se acatarraba, miedo a la bronquiolitis, miedo a si se cae, miedo a si se hace daño.
Primer año de vida, segundo mazazo, el terror de nuevo toca a nuestra puerta. Regresamos al hospital, y desde ese momento el miedo no nos ha dado tregua. Porque tenemos el miedo de cualquier padre o madre más el terror añadido de la enfermedad.
Creo que cuando se es padre o madre experimentamos sensaciones o sentimientos que no seríamos capaces de sentir de otro modo. El miedo a que le suceda algo a tu hijo te puede, te sobrepasa, te abruma, incluso te paraliza. Comienza el mismo día que sabemos han sido concebidos y no te abandona ya jamás.
Cuando son pequeños, como dice mi madre, porque son pequeños. Y cuando crecen, con más motivos todavía. Es duro esto de ser madre, ¿no os parece?

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