Revista Diario
Si la vida está llena de peligros, cuando tienes hijos, se multiplican hasta el infinito. Cuando eres una persona sufridora, tener a pequeños indefensos a tu cargo, aumenta aún más los índices de ansiedad. Estos días de fantásticas vacaciones en familia nos lo hemos pasado realmente bien. Pero he de confesar que desde las semanas previas hasta el mismo momento de aparcar el coche en la puerta de casa, he sufrido constantes miedos. Miedos que me bloquean y que a punto están muchas veces de echar por la borda los planes preestablecidos. Miedos que no ayudan a estar relajada al cien por cien. Miedos que llegan a condicionar la vida. Por encima de todo intento que mis hijos no capten esas sensaciones que me rondan por la cabeza. Siempre pensando en aquel famoso reportaje de las madres que se asustaban ante una serpiente y las que permanecían con una sonrisa en los labios. Dar confianza a los niños es básico para que puedan ser felices. Precavidos y cuidadosos, pero no temerosos de todo como me pasa a mí, sobretodo desde que soy madre. Se hace muy difícil superar esos miedos, aunque cuando la experiencia ha pasado, y ha transcurrido satisfactoriamente, te das cuenta que no puedes vivir constantemente con miedo a lo peor. Porque entonces no vivirías.