Desde las tablas de la tribuna, el catedrático de antaño utilizaba siempre los mismos ejemplos para explicar a sus oyentes las vocales de la economía. Decía don José, con timbre grave y alta gesticulación mientras deambulaba por el laberinto de sus discentes, que "el rumor" es como un virus que se propaga de voz en voz y debilita los tentáculos de la salud. Es a través de la tergiversación de la información, decía el maestro, como las aguas pacíficas de la economía se convierten en turbulentas y terminan hundiendo a los buques que las navegan.
Entre las pausas de don José. Manuel García - un alumno que se sentaba en la segunda fila – levantó la mano y en medio del silencio sepulcral que reinaba en esas paredes de tanta sabiduría; afirmó en voz alta – ahora entiendo por qué el otro día mis padres salieron preocupados a hablar con Don Aurelio, el banquero de mi pueblo, para sacar a toda prisa sus pequeños ahorros, ante el rumor televisivo de posibles bloqueos de su dinero – . Ante tal afirmación, don José le dijo con mucha astucia a su discípulo. "Manuel, dile a tus padres que en las noticias de la radio han denunciado un incremento de robos en tu pueblo ante el aumento de dinero efectivo en las casas de los vecinos".
Si Krugman hubiese sido alumno de don José, probablemente se lo hubiera pensado dos veces antes de escribir la palabra tabú en su última columna en The New York Times. Parece mentira que un Premio Nobel de Economía anuncie cenizas antes de la quema. A las puertas del corralito, tal y como ha insinuado el docente de Pricenton desde la otra orilla del charco, ha abierto la dialéctica entre los simpatizantes de la profecía y los detractores de la noticia. Desde la crítica intelectual debemos reflexionar sobre tales afirmaciones provenientes de argumentos de autoridad para que no se repita la misma secuencia de los padres de Manuel; cuando alarmados por las noticias de fueron a las ventanillas de Aurelio, para retirar a toda prisa los excedentes de toda una vida.
Es precisamente, este rumor intencionado basado en hipótesis exentas de evidencia empírica el que sacude a las aguas pacíficas de los lagos civiles. La ignorancia de los pueblos es el caldo de cultivo para que las creencias en las credenciales de las fuentes muevan los hilos de las acciones absurdas.
En palabras del Premio Nobel la salida de Grecia de la eurozona traerá consigo "Retiradas masivas de dinero desde los bancos de España e Italia para llevar el dinero a Alemania" y "tal vez, controles para prohibir transferencias de depósitos fuera del país y límites a las retiradas de dinero en efectivo". Dichas afirmaciones salidas de la boca de un líder mundial de la economía, invitan a miles de españoles a recordar con pánico las imágenes de millones de argentinos que allá por el 2001 rompieron literalmente los cristales financieros con el objeto de salvar sus ahorros de los muros de Fernando la Rúa. El recuerdo amargo de aquellas imágenes son la tentación presente de millones de ahorradores que heridos por el recuerdo argentino y movidos por el miedo krugmaniano han ido a sus bancos y cajas a extraer sus ahorros antes de verse enclaustrados entre los barrotes del corralito.
Después de once años de su bautizo, "el corralito" de Antonio Laje ha vuelto a escribirse con fuerza en los rotatorios españoles. Decía este autor en su columna económica del programa de Hadad que el corralito es como se conoce en Argentina a un pequeño recinto cerrado formado por caños o madera, en el cual se coloca al bebé para que descanse o juegue, siendo imposible que escape. Ojalá las palabras del respetable Krugman sean una analogía falaz y las características del momento no tiendan sus lazos a las circunstancias del ayer. Mientras tanto, seguiremos abrigados a la luz de la hoguera esperando que pase la noche sin tener que verle las orejas al lobo.