Me quedo en vela muchas noches, me dedico a leer, acabo los libros o mejor los devoro. En vez del monstruo de las galletas deberían llamarme el monstruo de los libros, aunque sí que es cierto que como galletas María mientras leo algunos de mis libros favoritos. Otras veces me bebo un zumo de esos con pajita para no manchar la cama, se me olvidaba contarlo, cuando más leo es tumbada antes de acostarme, me relaja y me voy a ese mundo oscuro con grandes dosis de buenas ideas y ganas de aventuras.
Cuando termino mi zumo Don simón procuro encestarlo en la basura de mi habitación, un cubo pequeño que alguna vez fue una gran lata de perfume y precisamente por traerme buenos olores lo uso de basura. En ella tiro el inicio de guiones de alguna película inventada o la novela que nunca llego a terminar o cualquier cuento que empiezo con muchas ganas y luego la emoción se desinfla como un globo sin gas.
He leído muchos libros, casi todos son novelas pero reconozco que los libros que más me gustan son los que te dejan un sabor dulce, como cuando comes una onza de chocolate Nestlé y te relames de lo bien que te ha sabido. Esa sensación que dura unos minutos es la que me producen los libros raros y diferentes cuando termino de leerlos.
También me gusta comentar con mis amigas los libros que leemos en común, no siempre coincidimos, por eso nos preparamos nuestro té Hornimans y disfrutamos de la tarde charlando hasta que dejamos las obras leídas sin misterios ni comas.
Definitivamente leer es un ejercicio saludable para el cerebro, es como si le dijeras a tu cabeza vamos a hacer fitness intelectual, te pones a leer y el organismo te lo agradece.