Veamos que podemos hacer mientras llegan tiempos mejores, pues tengo la sensación de que los tiempos mejores no se deciden a llegar.
Solo hay que palpar en nuestro alrededor de nuestros conocidos y amigos; solo noto y observo como una especie de resignación, esa resignación que nos imponían cuando eramos pequeños y no podíamos (por ejemplo) disfrutar de un cucurucho de helado que nuestro amigo se estaba zampando con deleite ante nuestras narices, sencillamente porque no teníamos las pesetillas que eran necesarias para poder alcanzar un lametón grande y con mucha satisfacción que en nuestro semblante percataba el amigo que no lo había podido conseguir.
Una resignación que ahora en esta etapa de nuestra vida se nos antoja volátil y llega a situarnos otra vez en ese bucle que ahora nos imponen por los recortes de los helados, pero esos helados se llaman educación, sanidad, empleo, dependencia, etcétera que ya no se les puede dar un lametón de campeonato, pues han desaparecido, ya no existen, por causa de esa avaricia de algunos políticos que ya suponen un ejército y que es verdaderamente insoportable.
Mientras llegan tiempos mejores, desempolvaremos ese libro que ya está amarillento, pero que cuando lo leímos por primera vez sentimos que algo inalcanzable (en aquellos momentos) como la libertad que se podía lograr al menos en nuestra imaginación.
Supimos ver las verdades de entonces que luego fueron realidad, aunque con muchos sacrificios.
Mientras llegan tiempos mejores, podemos recordar aquellos años con nuestras ilusiones colgadas con un par de libros que nos dejaban con mucho sigilo a hurtadillas, pues entonces estaban prohibidos y se me antoja en cierto modo que ese bucle del que hablo se nos ha presentado sin darnos permiso, para que volvamos a sentirlo con esa resignación del buen helado no tomado, pero que en nuestra imaginación llegábamos incluso a saborearlo.
Mientras llegan tiempos mejores.