Quizás lo que ha movido siempre a los personajes de Noah Baumbach es el miedo a perder a alguien. Desde Mr. Celos (1997) hasta Frances Ha (2012), la posible ruptura con un ser querido -la pareja, una amiga- obliga a los héroes urbanos de Baumbach a iniciar un viaje de autodescubrimiento. Probablemente, en Mientras seamos jóvenes los protagonistas temen haberse perdido a sí mismos por el ajetreado camino recorrido hasta traspasar la barrera psicológica que significa cumplir más de 40 años.
Estamos ante una película para la crisis de los 40. Su único defecto es que su mensaje es, quizás, demasiado claro. Su mayor virtud es que su mirada desencantada no se convierte en pesimismo sino en aceptación y alegría de vivir.-AVISO SPOILERS-
"Por primera vez no me sentí como un niño imitando a un adulto", confiesa Josh (Ben Stiller) mientras llora como un crío. Acaba de descubrir que Jamie (Adam Driver) le ha utilizado y que nunca quiso ser realmente su amigo. Josh sabe que Jamie ha engañado a todo el mundo y consigue desenmascararle solo para descubrir que a nadie le importa la "verdad". Josh tiene 44 años y no ha tenido "éxito". La película plantea dos caminos vitales, el triunfo profesional o la felicidad de una familia. Josh lleva 8 años intentando acabar un documental y no ha podido tener hijos. Ante él se presentan dos personajes que representan los caminos que pudo haber seguido. La vida no vivida. Jamie es un joven documentalista sin escrúpulos destinado al éxito. Su amigo Fletcher (Adam Horovitz) acaba de tener un bebé y su vida ha cambiado completamente. Josh gravita entre las dos amistades y corre el riesgo de perder ambas, mientras intenta buscar su propio camino.
Josh no sabe qué hacer con su vida porque sufre una crisis de valores. La película plantea ese conflicto interior enfrentando lo real y lo simulado. Se nos muestra a Josh y a su mujer Cornelia (Naomi Watts) como una pareja de cuarentones que se relacionan con el mundo utilizando las últimas tecnologías: cd´s, Netflix, iphones, Facebook. Esta actitud se contrapone con la de la pareja joven formada por Jamie y Darby (Amanda Seyfried) que busca volver a lo "auténtico": escuchan vinilos, ven películas en VHS y prefieren los juegos de mesa. El problema que detecta Josh es que estos jóvenes no vivieron directamente la era analógica, por lo que su postura resulta falsa, puramente estética: una aberrante nostalgia simulada. Todo esto se traduce en la ética profesional de Josh y la de Jamie. El primero siempre ha buscado la "verdad" en sus documentales, pero ha fracasado en su carrera. Jamie, en cambio, tendrá éxito, pero sus documentales son montajes para causar un mayor impacto. Cuando Josh descubre esto y decide exponer las mentiras de Jamie, descubre que a nadie le importa. Tanto Cornelia, su mujer, como su suegro, Leslie (Charles Grodin), piensan que las cosas "han cambiado". Que lo importante, lo esencial, es el mensaje detrás de la obra y no su autenticidad. Como si pudiéramos encontrar lo real debajo de lo falso. Josh descubre entonces que está caduco o que su principal defecto es ser un idealista. O las dos cosas.
Es dentro de este discurso sobre lo real, lo simulado y lo esencial que encuentro el mensaje más potente de la película. En su desenlace, Josh y Cornelia, que no han podido ser padres de forma "natural", deciden adoptar. Es decir, ante la imposibilidad de vivir la experiencia directa biológica -lo "real"- deciden adoptar -lo "simulado"- para alcanzar lo "esencial". Para poder ser padres.