Revista Opinión

Mientras tanto, en Arabia Saudí

Publicado el 01 febrero 2015 por Gsnotaftershave @GSnotaftershave
La muerte del rey saudí Abdullah bin Abdulaziz, amigo de occidente, ha avivado la polémica sobre la libertad de expresión / EFE

La muerte del rey saudí Abdullah bin Abdulaziz, amigo de occidente, ha avivado la polémica sobre la libertad de expresión / EFE

Charlie Hebdo ha reavivado el debate sobre la libertad de expresión, sus límites, sus impulsores y sus enemigos. Gobernantes de todo el planeta han plagado sus discursos del último mes de esas tres palabras, mostrándose así como abanderados empedernidos de ese derecho y condenando fervientemente a aquellos que atentan contra él. Sin embargo, la reciente muerte del rey de Arabia Saudí, Abdullah bin Abdulaziz, ha puesto de manifiesto la gran hipocresía que envuelve esos discursos. Obama, Cameron, Hollande, Rajoy… todos han transmitido su pesar por el fallecimiento de un monarca que condena el terrorismo islámico, pero tortura blogueros y persigue disidentes.

No es la primera vez que Naciones Unidas denuncia la crueldad con la que las autoridades saudíes tratan a la población, en muchas ocasiones por expresarse libremente. Ahora la ONU ha puesto el grito en el cielo por la condena impuesta al bloguero Raef Badawi: 1.000 latigazos por “insultar el Islam”, según la sentencia, que se le impartirán a lo largo de 20 semanas, lo que supone unos 50 latigazos por semana. Badawi, de 31 años, es uno de los impulsores de la Red Liberal Saudí contra la influencia religiosa en el reino y ganó el Premio Reporteros Sin Fronteras por la Libertad de Prensa 2014. Lleva en prisión desde 2012 bajo una condena de 10 años de cárcel, y la segunda tanda de latigazos ha tenido que posponerse por su delicado estado de salud.

El gobierno wahabista saudí, que aplica la ley islámica, es criticado por organizaciones defensoras de los Derechos Humanos, pero también por diversos sectores de la población. Un ejemplo de ello son las mujeres, a las que no se les permite conducir y se encuentran oprimidas y relegadas a un segundo plano en la sociedad patriarcal -a pesar de que ya representan más de la mitad de los estudiantes universitarios-, y se encuentran con todo tipo de trabas a la hora de buscar un puesto de trabajo. En números, Arabia Saudí ocupa el puesto 131 de 135 en el último Informe sobre disparidad de género del Foro Económico Mundial.

Teniendo en cuenta todo esto, no es de extrañar que las redes sociales se inundaran de críticas a los dirigentes internacionales que expresaron sus condolencias y respetos al rey Abdullah en los últimos días. Varios grupos pro Derechos Humanos han pedido y piden desde hace años a los gobiernos occidentales que muestren su condena a la represión de la disidencia y los derechos de las mujeres en Arabia Saudí, pero en este caso éstos guardan un silencio cómplice. No pierden de vista que el país árabe es una pieza clave en la lucha contra el terrorismo, un aliado indispensable en la lucha contra Estado Islámico y, por supuesto, el mayor exportador mundial de petróleo.

Occidente se ha puesto en evidencia como un cazador cazado, al que no le duelen prendas en aliarse con un represor de la libertad como Arabia Saudí bajo el pretexto de combatir el terrorismo… porque atenta contra la libertad. Una contradicción para reflexionar sobre cuáles son los verdaderos intereses de nuestros gobiernos.


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