Revista Sociedad

Migajas

Publicado el 01 febrero 2012 por Abel Ros

Los proletarios de Rajoy miran con recelo desde el sillón de sus anhelos las palabras inoportunas de su mentor en los mentideros europeos. Marx tenía razón. Los intereses de la clase media nunca fueron defendidos por las plusvalías del capital. Las corbatas de la derecha no ajustaron bien en los cuellos azules de la izquierda. Hoy el ejército de Karl aumenta sus reservas ante la mirada irónica del vampiro occidental. Las gotas de sudor del currante manual han estigmatizado el pan del mileurista ante la pancarta civil indignada. La pasividad sindical ante el robo exacerbado del guante blanco  ha desestructurado las masas sociales de la desigualdad hacia el peso de la pobreza.

Ya lo decía el maestro Simmel en su teoría del dinero. El maldito parné es el barco que transporta al tripulante desde la orilla de sus sueños hasta el puerto de sus realidades. A través del dinero, decía el filósofo del XIX, conseguimos estrechar los márgenes de los valores materiales. A mayor distancia en el alcance menos valor otorgamos al fruto de nuestros deseos y viceversa;  no valoramos aquello que tenemos al alcance de la mano. Desde el prisma de Georg, el trabajo ha perdido su valor. Los incrementos del ejército de reserva que decíamos atrás, mantienen al parado enclaustrado en la jaula weberiana en espera de su libertad. La lejanía entre las dos orillas, o dicho en otros términos, las pérdidas de perspectiva entre la búsqueda de empleo y las probabilidades de su alcance han desvalorizado el factor productivo en beneficio del capital.

La desmoralización colectiva producida por la desvalorización del trabajo aumenta los colmillos del vampiro. El aumento diacrónico de la EPA invita al empresario a mirar en el sudor del obrero las oportunidades de su competitividad. Es precisamente esta ventaja económica en la balanza del poder la que alimenta la dialéctica de la huelga general. Hoy más que ayer, los parados de Rosell suben los sables desde la fila del INEM para romper los barrotes de la jaula existencial que priva de libertad sus deseos de consumir. La falta de valor del factor trabajo por los aumentos de la reserva marxista y las dificultades de su alcance siembran las semillas del abuso de poder en la tripulación que en su día embarcó en la ruta de Rajoy.

Hoy la alfombra del paro. Aquella que le sirvió a don Mariano para pisar los peldaños de la Moncloa se halla manchada por el polvo levantado tras el carruaje de los mercados. La misma alfombra que fue decorada por las  rosas de la izquierda es recogida por los puños neoliberales de la derecha. Hoy solo queda mirar debajo de aquella tela roja y recoger las migajas que las capas de la nobleza arrojan desde la ventana de su carroza a su paso por Europa.

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