Año: 1966
Editorial: Espasa Calpe
Género: Novela
Valoración: Así sí
Y seguimos con el mes Delibes, espacio que, con motivo del quinto aniversario de la muerte del autor pucelano, hemos creado en su memoria. Hoy por fin me toca el turno, y digo por fin porque llevo años con el gusanillo de leerme Cinco horas con Mario. Tanto que dicen las malas lenguas que insistí en la creación del mes Delibes sólo para tener una excusa para leérmelo. Ni confirmo ni desmiento nada.
Como iba diciendo, Cinco horas con Mario es una de las obras cumbre de Delibes. De hecho, se suele utilizar como ejemplo para ilustrar toda su creación literaria en los libros de texto. Es posible que mi interés por esta novela venga de ahí, de mis años mozos, cuando era granudo y melenudo, y la clase de Literatura era de mis favoritas. Qué tiempos aquellos. Y qué pelos.
Pero lo cierto es que, cuando por fin pude tenerlo en mis manos, pasé por un estado de shock muy difícil de explicar. Empecemos por el principio: Cinco horas con Mario es una novela realista, que trata de la conversación que tiene Menchu con el cadáver de Mario, su marido. Obviamente, estamos hablando de un monólogo, y no uno cualquiera, ya que la pobre Menchu aprovecha la ocasión para recriminarle a su difunto esposo todo lo que no pudo decirle en vida. Dicho así, que es como ocurría en mis libros de texto, se da pie a pensar que Cinco horas con Mario es una novela de corte bastante experimental (recordemos que se trata de 1966), y que sobre todo defiende la postura de la mujer frente al asfixiante mundo machista de la época. Una especie de alegato moderno en favor de la mujer. Pues no, amigos, nada de eso.
Cuál fue mi sorpresa cuando comenzó el soliloquio de Menchu y descubrí que la única crítica posible al machismo viene de la incomunicación entre él y ella (lo que da lugar a que se hiciera siempre lo que decía él). ¿Y entonces, qué le reprocha la esposa? Pues, y es aquí donde viene lo bueno, le echa en cara no haber seguido los patrones preestablecidos por la vida tradicional, conservadora y clasista. Como la “gente bien” de la época, vamos. Los valores defendidos por Menchu (racismo, diferenciación de clases, ostentación de riqueza, orgullo, apariencia, puritanismo, etc) y las críticas sistemáticas al modo de vida de Mario (catedrático y periodista en un periódico “de izquierdas”, escritor de libros “que nadie entiende” en lugar de novelas de amor “con gancho”), colocan al lector en la tesitura de tomar partido por Mario, más que por simpatías hacia él, por la total desaprobación, e incluso repulsión, hacia ella. Bueno, esto es así a menos que se sea fiel seguidor de 13tv, lo que haría lógico tomar partido por Menchu, como Dios manda, por supuesto.
Pensándolo con frialdad, nos encontramos una crítica al régimen franquista de una profundidad y, al mismo tiempo, una sutileza máximas. Todo ello, recordemos, en una época donde todavía había censura, si es que se puede decir que alguna vez haya dejado de haber censura. Era la única forma de darle un golpe así, en los morros, a la moral del franquismo. Un torpedo directo a la línea de flotación conservadora y maravillosamente ejecutado. Una obra de arte que merece el apelativo de clásico, de imprescindible, de inmortal.
Ha merecido la pena la espera, amigos. Así sí.
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