Revista Opinión

Miguel Delibes: un escritor como la sombra de un ciprés

Publicado el 12 marzo 2010 por Rgalmazan @RGAlmazan

Acaba de llegarme la noticia. Y por esperada no es menos dolorosa. Hay mucha gente que, sin conocerte, te acompaña durante toda la vida. Miguel Delibes ha estado conmigo desde mi adolescencia hasta hoy, y sin duda seguirá a mi lado, a pesar de su muerte.

Si tuviera que elegir un autor, me costaría trabajo. Porque es difícil la selección, pero seguro que en la terna final, estaría Miguel Delibes. Un hombre austero, serio, comedido, humilde. Un periodista y novelista como la copa de un pino, perdón: de un ciprés con sombra alargada. Fue un escritor prolijo y prolífico.

Pocas novelas me han llegado y emocionado más que las de Delibes. Pulcro, sin rodeos, directo, sencillo en la sintaxis y preciso en las palabras. Un hombre que hay que disfrutar con diccionario. Miguel_DelibesCuidador del lenguaje, transparente y sin incisos, Delibes ha sido un castellano recio, también cuando escribía.

Hoy, es un día de luto para la lengua castellana y les aseguro que lo siento profundamente. Nunca podré pagarle los buenos ratos, las emociones, las sonrisas, lágrimas y sentimientos que me han producido sus novelas.

Había –pocos-- quien le tenía por un escritor secundario. Su pecado era escribir sin barroquismos, sin excesos, en su justa medida, con la palabra exacta. Justo lo que yo valoraba en él.

Consiguió todos los premios españoles posibles, el Nacional de las letras, el Cervantes, el Príncipe de Asturias, el Nacional de narrativa, por dos veces. Estuvo en más de una ocasión nominado para el Nobel. Pero eso le importaba poco.

Recorrió El camino buscando Las ratas con Los niños. Pasó Cinco horas con Mario, se echaba Siestas con viento sur, veía la La hoja roja del otoño. Compañeros suyos fueron El hereje y Los santos inocentes, tenía Madera de héroe y descubrió El tesoro de la humildad. Escribía Cartas de amor de un sexagenario voluptuoso como un poseso en su Diario de un jubilado. Nos enseño como era El disputado voto del señor Cayo y se sintió El príncipe destronado mientras compartía Un mundo que agoniza recordando Las guerras de nuestros antepasados.

Aún es de día y hoy, se ha producido La partida definitiva. Ahora le estarán poniendo La mortaja. Y les aseguro que bien que lo siento. He dicho.

Salud y República


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