Hoy se cumplen 75 años de la muerte del poeta Miguel Hernández, doblemente muerto por la dictadura franquista, que lo sentenció a muerte en un consejo de guerra que luego conmutó la pena por 30 años de reclusión mayor, y por la cobardía de la democracia que aceptó la decisión de la Sala de lo Militar del Tribunal Supremo de denegar la revisión de la sentencia, a pesar de reconocer que la condena se produjo por motivos “políticos e ideológicos”. Hoy, seguimos llorando al poeta humilde, que pastoreaba cabras en su Orihuela natal y presagiaba en sus versos su andar “de este cuchillo a aquella espada”, aunque conservamos vivo el recuerdo de su legado, que continúa brillando como “un rayo que no cesa”. Queden sus versos como sencillo homenaje a un excelso poeta que no llegó a cumplir 32 años y continúa condenado por un delito de “adhesión a la rebelión” al mantenerse fiel a la legalidad y a su sensibilidad y honestidad.
Poema 19Yo sé que ver y oír a un triste enfadacuando se viene y va de la alegríacomo un mar meridiano a una bahía,a una región esquiva y desolada.Lo que he sufrido y nada todo es nadapara lo que me queda todavíaque sufrir, el rigor de esta agoníade andar de este cuchillo a aquella espada.Me callaré, me apartaré si puedocon mi constante pena instante, plena,a donde ni has de oírme ni he de verte.Me voy, me voy, me voy, pero me quedo,pero me voy, desierto y sin arena:adiós, amor, adiós hasta la muerte.
El Rayo que no cesa, de Miguel Hernández, Colección Austral, Espasa-Calpe, Madrid, 1975.