Muchos criollos, ricos hacendados y clérigos, como es el caso de Hidalgo, se encontraron con la llave para así poder llevar a cabo hondas y verdaderas reformas en Nueva España. Pero tal vez el contexto ayudaría un poco, tiempo más tarde. Pasados unos años en San Felipe, donde la vida de Hidalgo transcurría del modo más tranquilo posible, llegó hasta él otra trágica noticia: esta vez su hermano mayor José Joaquín murió en septiembre de 1803, dejando el curato de Dolores vacante. Ante esto, las autoridades arreglaron su traslado sin mucha demora, donde Miguel acudió junto con varios de sus hermanos y dos de sus hijos.
El cura Hidalgo
Cuando Miguel Hidalgo llegó a Dolores tendría por entonces unos cincuenta años de edad. Allí hizo todo lo que había hecho el resto de su vida en cuanto a sus obligaciones como eclesiástico. Pero con el fin de innovar y darle mayor prosperidad a la vida de los indios y pobladores de Dolores, constituyó algunas fábricas para que fabriquen artesanías, además claro de los entretenimientos en el teatro y la alfabetización, que siempre fue uno de sus objetivos claros al ejercer como cura, y que por cierto, mucha falta hacía en el virreinato. Con el tiempo las prácticas y reformas liberales en Dolores, fueron proscritas por la corona, a lo que Hidalgo se negó, señalando ya un distanciamiento.
Mientras tanto, no eran buenos tiempos para España pues las Guerras Napoleónicas, generaron una crisis política seria y de pronto, las colonias castellanas se quedaron prácticamente solas. Bajo todo este contexto, Miguel Hidalgo y otros libres pensadores de la época se reunieron en varios pueblos, incluyendo Dolores y Querétaro. Sobre todo en esta última localidad se formó un grupo, que so pretexto de discutir cuestiones literarias, cuando en realidad tenían planeado una rebelión que si bien no desconocería la corona en un inicio, sí decidiría la política del virreinato como una de tipo autónoma de ahí en más. A esto se le llamó Conspiración de Querétaro.
El grito de Dolores y la Campaña de Hidalgo
Los conspiradores acuerdan que el levantamiento se realice el 1 de octubre de 1810. Se reunieron todas las armas que se encontraron, ya sean simples espada o de fuego, las cuales fueron guardadas en distintas localidades. Uno de los que componían el dizque Circulo Literario, el capitán Joaquín Arias, se enteró que las autoridades realistas tenían conocimiento de todas los nombres de los implicados y asustado se entregó, delatando a todos los implicados. Las autoridades españolas finalmente apresan a casi todos los sospechosos y gracias a Juan Aldama, el mensajero, llegan las malas nuevas a Dolores, donde Hidalgo, decidió no esperar más y el 16 de septiembre de 1810 invoca lo que es conocido como el Grito de Dolores, “Viva la Virgen de Guadalupe y muerte a los gachupines” (esto es sólo un extracto de lo que dijo); dando inició así, a la Guerra de Independencia de México, probablemente uno de los procesos de liberación más grandes en Iberoamérica. Hasta el momento Hidalgo no desconocía al rey, a juzgar por sus palabras, y tal parece que sólo abogaba por un gobierno autónomo. A PARTIR DE AQUÍ REDUCIR
De todas maneras en los primeros días los realistas tardaron en reaccionar, lo cual le permitió a los rebeldes ingresar en distintas localidades como Celaya, Salamanca, Acámbaro, Atotonilco, Irapuato y Silao sin ningún problema. Hidalgo ya había sido proclamado el jefe máximo de los insurgentes y Capitán General de América; Allende, mientras tanto tendría el cargo de teniente general. Después siguió Guanajuato donde se presentó la primera resistencia significativa, pues la autoridad en dicho lugar, José Antonio Riaño se negó a entregar la plaza, antes de combatir.
Los realistas, ya sean estos soldados o civiles, se refugiaron en la Alhóndiga de Granaditas, estallando así uno de los primeros grandes combates, el cual se resuelve tras cinco horas de largo asedio, cuando los españoles se ven obligados a rendirse. Riaño fue asesinado de un balazo y el que lo seguía en el cargo, rinde la plaza. La bodega fue quemada, se exterminaron a todos los españoles civiles o militares y después de saquear la ciudad los rebeldes marchan victoriosos a Valladolid, donde Hidalgo creía poder dar el siguiente golpe importante. El 17 de octubre, casi un mes después, los insurgentes hacen su ingreso en la capital de Michoacán sin resistencia. El 20 de octubre, se reunió en Charo con José María Morelos, el otro célebre héroe de la independencia que continuaría la obra iniciada por Hidalgo, quien además era su ex alumno. Morelos le pidió al cura, que por favor le permitiese marchar con él, pero Miguel más bien lo destacó hacia la zona sur del país, donde era necesario despertar el sentimiento rebelde. Nunca más volvieron a verse.
Luego de este fugaz encuentro, Hidalgo y sus soldados que ya sumaban varios cientos de miles llegaron a Tolula el 25 de octubre, la cual cayó en sus manos. El 30 de octubre se produce la Batalla del Monte de las Cruces, en el cual los insurgentes consiguen derrotar otra vez a los realistas, y parecía que la marcha sobre Ciudad de México era inevitable. Sin embargo Hidalgo, a pesar de contar ya con casi 100 mil rebeldes, decide parlamentar para analizar las condiciones dadas por el virrey, el cual por supuesto se negó a rendir la urbe. Hidalgo, quizá en una de las decisiones más grandes de su vida, y a pesar de que tenía ya una gran ventaja en hombres y armas (tomadas de los realistas), decide no luchar por la capital del virreinato y se retira. Su indecisión tras la puesta en marcha generó cierta desmoralización en la tropa y los realistas aprovechan para asestarles un buen golpe a los rebeldes en la Batalla de Aculco, derrotándolos estrepitosamente.
Hidalgo había acordado ya que lo mejor era separarse y dirigir la campaña por distintos lugares. El cura decide marchar rumbo a Valladolid donde los españoles sufrieron saqueos en sus propiedades así como juicios públicos y fugaces. En Guadalajara acaecieron los mismos hechos casi a fines de noviembre de 1810, con el fin de que los peninsulares acaten la rendición o sencillamente como represalia. Allende había tenido algo de éxito en sus correrías y la Alhóndiga de Granaditas, fue fortificada, sin embargo más españoles fueron masacrados cuando el célebre Calleja se fue acercando a Guanajuato. En Guadalajara, tanto Allende e Hidalgo, así como otros líderes sublevados unieron fuerzas. Se formó una especie de gobierno paralelo con respecto al realista y se decidió organizarlo nombrando ministros y hasta un representante en Estados Unidos. Además se declaró la abolición de la esclavitud el 6 de diciembre de 1810.
Los realistas entonces deciden avanzar hacia esta última ciudad. Las tropas no se encontraron sino hasta mediados de enero en la Batalla de Puente de Calderón, que significó un punto de inflexión en esta primera etapa de la guerra dirigida por Hidalgo y Allende, cuyas tropas fueron derrotadas, perdiendo gran cantidad de material bélico y humano. Éste último por cierto, pronto entró en conflicto con Hidalgo y por allí se generó la discordia. Los realistas mientras tanto tenían sus propios espías, y uno de ellos era Ignacio Elizondo quién pronto entra en contacto con Allende, enterado de las desavenencias que éste tenía con el cura. Además entre los rebeldes, se había decidido despojar a Hidalgo de sus cargos militares, pues se le echó la culpa de los últimos fracasos militares. Elizondo, un sujeto que fingió estar entre la causa independentista pero que seguía fiel a España, aprovechó todo esto y permitió que los sublevados, incluido el mismo Hidalgo, se reuniesen en una zona entre Coahuila y Texas, en las Norias de Acatita de Baján. El cura llegó a tal lugar con el fin de marchar a California para despertar el sentimiento anti-realista por aquellos lares. Abasolo y Allende fueron los primeros en darse cuenta de la traición de Elizondo y fueron capturados, inclusive la resistencia de éste último le costó la vida de su propio hijo. Poco después se capturó a Hidalgo, acto seguido todos los reos fueron llevados a Chihuahua donde se daría inicio al juicio.
Muerte
Como era de esperarse, Miguel Hidalgo no tenía muchas esperanzas de salir vivo. Se le culpó de sedición, de haber atentado contra Dios y el rey, así como del asesinato de muchos españoles, en especial civiles. Además claro, debido a que tenía hijos, los eclesiásticos denunciaron la ruptura de sus votos. Una vez desprovisto de sus cargos como eclesiástico, quedó desprovisto de las garantías que estas ofrecían y fue juzgado como cualquier otro civil. Finalmente se hizo conocida la sentencia: pena de muerte por los cargos imputados. No quiso morir como traidor y pidió ser rematado de cara a sus verdugos, con la mano derecha en el corazón. Era la mañana del 30 de julio de 1811 cuando tres descargas acabaron con su ilustre existencia. Ni siquiera una vez muerto, pudo encontrar paz, pues su cabeza fue puesta en una de las esquinas de Alhóndiga de Granaditas, donde permanecería casi hasta el fin de la Guerra de Independencia de México. En 1824, luego de permanecer en una Iglesia de Chihuahua, sus cenizas fueron trasladadas a Ciudad de México.