Fotografía: Carmina Córdoba (@carminadecarme)
11 años y algún mes después, reconozco que las sensaciones eran otras horas antes del concierto del viernes 11 de marzo. El recinto, el mismo Palacio de Deportes de la Comunidad de Madrid donde entonces Miguel Ríos se despedía de los escenarios tras una carrera de 48 años. Ahora, con el artista granadino de vuelta —actualmente en formato acústico y arropado por The Black Betty Trío—, tocaba celebrar el 40º aniversario del Rock & Ríos —en eléctrico y entre amigos—. Sin embargo, cuando alrededor de las 22:00 se apagaron las luces en el pabellón, "los aliados de la noche" dieron la bienvenida "a los hijos" y "a los nietos del Rock & Roll" y todos ellos corearon a una, confieso que la emoción que desbordó la pista y las gradas abarrotadas me contagió igualmente y el frío se quedó fuera.
La efeméride de aquellos dos conciertos de 1982 se había convertido definitivamente en una excusa para darnos un homenaje y, en particular y fundamentalmente, para brindárselo a una de esas personas que pueden retirarse y regresar las veces que quiera porque para eso es uno de los mayores referentes del rock en castellano. De hecho, durante las dos horas y media que duró la primera de las dos veladas del fin de semana en Madrid, no importaron ni los errores técnicos o humanos —que los hubo, parece que el día 12 todo sonó mejor— ni las ausencias ni cualquier otro contratiempo. Habíamos acudido a la llamada de Miguel Ríos para celebrar que después de dos años de pandemia seguimos aquí.
"Quizás sea un iluso, pero siempre he tenido fe en el ser humano...", bajo los focos Miguel no tardó en referirse a la "cruel invasión de Ucrania" y en repetir "no a la guerra" entre los aplausos y vítores de su público. Sucedió al recitar los versos de Oración del poeta Luis García Montero entre Año 2000 y Generación límite, aunque el setlist fue otro detalle sin importancia. Tal y como él mismo comentó, "todos lo conocemos", y así era porque se trataba del mismo listado de canciones de Rock & Ríos.
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Del mismo modo que se sucedieron las canciones, lo hicieron los invitados comenzando por la primera que acompañó al granadino en el escenario para cantar Nueva ola: Annie B. Sweet. La cantautora de Málaga era uno de los jóvenes valores del pop que no habían nacido en 1982 cuando Miguel Ríos hizo historia los días 4 y 5 de marzo en el antiguo Pabellón de Deportes del Real Madrid. De la misma manera Annie B. Sweet fue uno de los blancos de las críticas de los más puristas en redes sociales cuando se confirmó su presencia en el 40º aniversario del Rock & Ríos. Insisto, la celebración hizo que nos olvidáramos de todos estos pormenores a medida que avanzaba el concierto.El guitarrista Javier Vargas hizo que la intensidad se disparara con Un caballo llamado muerte, y claro, a sus 77 inviernos, Miguel Ríos tenía que dosificar sin perder la sonrisa: "no veas lo que pesan cuarenta tacos". "El guion manda que bajemos las revoluciones" añadió y entonces se refirió a Sergio Castillo y Paco Palacios, "aliados de la noche que se fueron muy pronto", aunque la batería que Sergio tocó en Rock & Ríos estaba sonando ahí mismo. Los músicos presentes en el escenario del Palacio también fueron muy aplaudidos. En su mayoría, los mismos que en el 82: John Parsons (guitarra), Antonio García de Diego (guitarra), Thijs van Leer (flauta y teclados), Mariano Díaz (teclados), Tato Gómez (bajo) y Mario Argandoña (batería). Las novedades, José Nortes a la guitarra —compañero de Miguel en su aventura con The Black Betty Trío— y el batería de 18 años Pablo Narea, hijo de Carlos Narea, por cierto, director musical y productor de aquel Rock & Ríos y director musical ahora también.
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Y si ya eran multitud, el escenario se llenó completamente al son de Buscando la luz con el coro de Rebeca Rods; aquello parecía el Symphonic Ríos poco antes de la pandemia. El Covid-19 era ciencia ficción en 2010 cuando Amaral, o lo que es igual, el dúo formado por Eva Amaral y Juan Aguirre, compartió escenario con Miguel para cantar Al sur de Granada con motivo de aquella "despedida" de título Bye Bye Ríos. En esta ocasión la elegida fue El río, aunque para "elegida", Santa Lucía, imprescindible en el repertorio del cantautor desde 1980.Otra de las ovaciones de la noche fue para el invitado en el Blues del autobús y autor de su letra: Víctor Manuel. Nos dieron las 23:00 cuando nuestro maestro de ceremonias explicó que el guitarrista Salvador Domínguez no había podido acudir "por motivos de causa de amor" —o eso creí entender—. Su lugar lo ocupó Jorge Salán, quien se presentó marcándose un solo que encendió a la multitud más si cabe. Jorge y Carlos Tarque (M Clan) fueron los elegidos para darlo todo con Banzai, que se saldó con una nueva ovación. Entonces entramos en "fase experimental" con Al-Andalus y las colaboraciones de Ruibal, Javier y su hija Lucía, la bailaora que tampoco tardó en ganarse al público.
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Alternativas fueron las siguientes colaboraciones, Mikel Izal (Izal) en Rocanrol Búmerang y Pucho y Guille Galván (voz y guitarra de Vetusta Morla respectivamente) en Extraños en el escaparate, pero su energía convenció. Además, contar con los más jóvenes allí también parecía animar a Miguel, pues por momentos se mostraba bastante fatigado como no podía ser de otra manera. No obstante, volvió a dar lo mejor de sí mismo cuando hizo sonar su guitarra, habló del poder de la música en tiempos difíciles como estos y cantó el Himno a la alegría. Mayúscula ovación para terminar y despedirse para tomar aire antes del gran final al filo de la medianoche: Sábado a la noche con Ariel Rot, Mueve tus caderas con Johnny Cifuentes (Burning), Rock and Roll en la plaza del pueblo con Alejo Stivel —Ariel y Johnny— y Mis amigos dónde estarán con José Luis Jiménez y Lele Laina (Topo) y unas imágenes en las pantallas gigantes del escenario que nos emocionaron. Ante nosotros, algunos músicos fallecidos durante estos 40 años como Jesús de la Rosa, Manolo Tena, Antonio Vega, Enrique Urquijo o Pau Donés.Y entre medias, en esa misma traca final, otro ilustre cuya presencia no había sido anunciada porque para eso era la gran sorpresa: Rosendo. Lejos de los escenarios desde finales de 2018, Rosendo reapareció para entonar con Miguel el clásico Maneras de vivir de Leño. Como no hay palabras para describir semejante ambiente festivo, solo añadiré que con Lúa, Lúa, Lúa terminó la celebración del 40º aniversario del Rock & Ríos que no fue otra cosa que una celebración de vida. ¡Larga vida a Miguel Ríos!
Fotografías: Carmina Córdoba (@carminadecarme)
Texto: Alberto C. Molina