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Miguel Veyrat. Conocimiento de la llama

Publicado el 24 diciembre 2010 por Santosdominguez @LecturaLectores
Miguel Veyrat. Conocimiento de la llama
Miguel Veyrat.
Conocimiento de la llama.
La Lucerna. Madrid, 2010.
CONOCIMIENTO DE LA LLAMA
entre las piedras

presta a la llama Savia
entre las piedras sólo
la madera

consumirse morir en llama

roja estar en ascua

hasta el yelo nuevamente

con sus largos dedos

corazón de mineral esencia:
ENTONCES

lloraré a las raíces del olivo

pediré la llama

tocando su madera

buscando
el centro

donde pueda arder
saber de nuevo

adónde.

Ese texto de Miguel Veyrat, Conocimiento de la llama, formaba parte de Aproximática, que publicó Endymion en 1978 con prólogo de Caballero Bonald.
Hace ahora unos quince años, con ese mismo título apareció un libro que editó el Ayuntamiento de Valencia y pasó prácticamente desapercibido.
La cuidada reedición que acaba de aparecer en La Lucerna debería poner en circulación uno de los libros esenciales en la evolución de Miguel Veyrat, en cuya poesía el conocimiento y la llama son palabras esenciales.
Y es que la obra de Miguel Veyrat obedece a un doble impulso, órfico y prometeico, que explora los límites de la realidad y la propia conciencia a través de la palabra y la escritura como vía de penetración en el mundo. Palabra que delimita las fronteras del sentido y es fuente de conocimiento, llama que ilumina la realidad y hace de la poesía el cauce de revelación del fuego originario:
LA VOZ ARCANA
Conocer

y fundarte.

Arrebatar

tu nombre
a lo oscuro
anónimo

y secreto.
Nombrarte,
para que fueras
Ser y No Ser

a un tiempo
Y Todos pudieran
llevar tu nombre:
Y así poblarte

de febril escritura,

meteoro humano
que conjura

El pavoroso vacío
.
Es la fundación del Ser por la palabra a la que se refería Heidegger en su aproximación a la poesía de Hölderlin. Miguel Veyrat lo evoca al frente de este Conocimiento de la llama, en el que la escritura es búsqueda del fuego y del sentido del mundo y de la vida propia, expresión del empeño volcánico en el que arde la palabra del poeta con un temblor hermano del Empédocles de las purificaciones y del oboe sumergido de Quasimodo.
Construida sobre noches y preguntas, la poesía de Miguel Veyrat es una poesía iniciática y visionaria en la que se convocan la alquimia y la llama, el misterio de la palabra y sus Códigos Perdidos, como se titula uno de los textos fundamentales del libro:
Bajo el agua,
con los ojos abiertos

lucha mi cuerpo.
La boca apenas pronuncia

y no llega el pensamiento
de la sombra donde está,

con la palabra en el viento.
De la cueva, mil burbujas
acuden sin sentido
al laberinto del Tiempo:
Expulsado de la luz
ya no responde
al grito de mis ojos,

en las tinieblas del Verbo.

Inmutables son
las tempestades.
Y así como la luz surge de la sombra, la palabra del balbuceo y la vida de la muerte, la poesía de Miguel Veyrat es la expresión del conocimiento de la llama, de la búsqueda en la que se fundamenta su poética:
Considero también que si no encontrásemos todo el consuelo del poema entre los frutos de nuestra exploración, al comprobar que todo carece en el fondo de sentido, al menos podríamos hallarlo en la misma búsqueda, en el propio canto y el propio goce de su emisión compartida con el lector. Tal sería pues mi modesta y brevísima “poética”.
Y en gran medida esa es también la aventura humana y estética de su poesía: la narración inefable de un viaje hermético hacia el conocimiento, invocado en la liturgia de la palabra y en el significado oculto del opus nigrum, incendio y renovación, el volcán y las cenizas que laten en el círculo de las destrucciones y las regeneraciones, porque, como explica en su Cántico:
Quien conoce
ya está muerto.

Y aquí se mueve

y habla ardiendo,

tan sólo el viento.
O en La huella del nómada, que termina con estos versos que podrían tomarse como clave y cifra de la poesía toda de Miguel Veyrat, de su razón poética con María Zambrano al fondo:
Así es el viajar del hombre,
temeroso de sombras y evidencias:
Para cruzar los desiertos,
loco de amor trastorna
la razón de las palabras.
Y sólo existe cuanto mira,

vive solamente aquello
que en él se ilumina y crea.

Santos Domínguez

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