Revista Opinión

¿milagro O Correlación Ilusoria?

Publicado el 07 septiembre 2018 por Carlosgu82

La necesidad que tiene el hombre de conocer el mundo le ha llevado a utilizar un pensamiento mágico para intentar comprender los fenómenos y sucesos que no puede explicar científicamente. Gracias a esta forma de pensar sobrenatural, las personas creen que tienen el control sobre sus vidas, o al menos, reducen la sensación de vivir en un mundo aleatorio y el estrés que éste provoca.

La gente tiende a atribuir unas causas a los eventos para que se tornen significativos, asique si dos sucesos aparecen contiguos se percibe una relación de causalidad. Sin embargo, las personas tienen un acceso limitado a la información, y la motivación, expectativas previas o limitaciones en el almacenamiento de los datos, influyen en la toma las decisiones, por lo que cometen errores y sesgos.

Por ejemplo, un alumno cree que tiene un “boli de la suerte” porque gracias a sus  “poderes mágicos” ha conseguido aprobar siempre. Esta creencia, aunque parezca irracional, tiene un fundamento científico. Las correlaciones ilusorias son errores cognitivos que se deben a una forma incorrecta de hacer inferencias sobre los sucesos del ambiente, sobreestimando la frecuencia de los casos confirmatorios. Entonces, retomando el ejemplo del boli, cada vez que el estudiante lo utilice para realizar un examen y saque buena nota, reforzará la hipótesis de que sus buenas notas se deben al uso del boli, hasta tal punto que crea que ésta ejerce un efecto causal sobre el evento.

Cuando asociamos una conducta A con una consecuencia B estamos infiriendo una hipótesis (hipótesis alternativa ó H1). En el contraste de hipótesis se toma la decisión de averiguar si existe dicha relación. Este proceso de decisión comienza con la formulación de una afirmación estadística llamada hipótesis nula (H0), la cual no es más que la afirmación de que no hay ninguna relación entre A y B, y que se somete a ciertas pruebas para comprobar su veracidad o falsedad. Mantener la hipótesis nula significaría afirmar que no hay dicha relación, y rechazarla significaría afirmar que sí la hay. Entonces, pueden darse cuatro situaciones según las decisiones que hayamos tomado y los resultados que obtenemos:

  Decisión que tomamos Mantener H0 Rechazar H0 Resultado que obtenemos Verdadera Decisión correcta / Verdadero positivo Error tipo I / Falso positivo Falsa Error tipo II / Falso negativo Decisión correcta / Verdadero negativo

Cuando creemos que no va a suceder algo y al final no sucede se trata de un verdadero positivo. Por ejemplo, el tiempo es húmedo y frío, y parece que va a llover (H1), pero escuchamos en las noticias que dicen que aunque haga mal tiempo no lloverá, así que decidimos no llevar paraguas; al final no llueve, por lo que nuestra decisión de mantener H0 (afirmar que no iba a pasar nada) fue correcta.

Por otro lado, cuando tenemos la hipótesis de que va a suceder algo y realmente sucede, estamos ante un verdadero negativo (decidimos rechazar la hipótesis nula cuando es falsa, y por lo tanto, afirmamos que sí existe una relación entre los sucesos). Por ejemplo, en la misma situación de antes decidimos llevarnos un paraguas porque vemos una relación entre el mal tiempo y la posibilidad de lluvia; al final llueve, entonces nuestra hipótesis alternativa fue acertada y la decisión, correcta.

Sin embargo, cuando creemos que va a suceder algo y al final no sucede estamos ante un falso positivo (error tipo I). Es decir, creíamos que iba a llover, pero al final no llovió y tenemos que cargar con el paraguas. Y si creemos que no va a suceder algo, y al final sí que sucede cometemos un error tipo II o falso negativo. Por ejemplo, creíamos que no iba a llover, pero al final sí que llovió y nos mojamos por no llevar el paraguas.

El error tipo I es más frecuente que el tipo II debido a que contribuye mejor a la supervivencia de la especie (es mejor ser precavidos). Por ejemplo, si en el Paleolítico un Neanderthal perseguía a un mamut para cazarlo y de repente escucha un pequeño ruido detrás de él, es mejor salir pitando por si fuese un depredador que ignorarlo y seguir cazando. Si después se escapar resulta que era simplemente el viento que movía las briznas de hierba, habrá cometido un error tipo I, pero al menos seguiría vivo; sin embargo, si se queda quieto y realmente era un depredador, habrá cometido un error tipo II que pagaría con la vida. Por lo tanto, la selección natural ha favorecido que cometamos más errores tipo I que tipo II.

Es aquí donde tenemos que mencionar el experimento de B. F. Skinner con palomas hambrientas. Si se le administra comida a intervalos fijos de tiempo, la paloma tiende a repetir la conducta que realizó justo antes de la obtención de comida, creyendo que su conducta provoca dicha consecuencia, es a lo que se llama aprendizaje asociativo.

Conectamos una conducta A con una consecuencia B (utilizar un boli y aprobar el examen), y aunque B se presente al azar, se tiende a buscar un patrón que nos asegure volver a obtener dicha recompensa, para creer que tenemos el control sobre las consecuencias. A eso se le llama superstición.

Las supersticiones se deben a la capacidad de ver patrones donde no los hay. Una alta capacidad del hemisferio derecho (el “creativo”) y una alta actividad de dopamina (que correlaciona con enfermedades psicóticas como esquizofrenia, delirio, paranoia, etc.) podrían explicar este fenómeno. Por lo tanto, las supersticiones podrían ser un estadio inferior a las alucinaciones de la esquizofrenia.

Las alucinaciones son falsos positivos, errores tipo I, creer que algo es real cuando no lo es. La patronicidad ocurre cuando el coste de cometer un error tipo I es mayor que la de cometer un error tipo II. En caso de vida o muerte, la tendencia natural es creer que todos los patrones son reales. Como se ha dicho antes, hay una selección natural para que nuestro cerebro detecte patrones donde no los hay, para que cometa errores tipo I.

En línea con lo anterior, dado que las personas tienden a recordar mejor la información que coincide con su esquema, una vez se ha formado es muy difícil de rectificar, pues el esquema actúa como filtro de la información atendiendo sólo a la que encaja en sus categorías. Así, sólo se recordará la información confirmatoria, es decir, sólo los verdaderos positivos y los verdaderos negativos, no los errores que cometemos. Por ejemplo, el estudiante recuerda cuando utiliza la pluma y saca buena nota, y cuando no la utiliza y saca mala nota.

Otro ejemplo de correlación ilusoria son los milagros divinos. Cuando una persona reza pidiéndole algo a Dios y al final lo consigue, cree que sus plegarias han sido escuchadas y la conducta de rezo ha provocado dicho milagro. Sin embargo, no tiene en cuenta los casos en que rezó y no consiguió lo que quería, o cuando no rezó y lo consiguió. Tampoco tiene en cuenta el resto de las personas que piden cosas. Por ejemplo, una madre dice “Gracias a Dios mi hijo se curó.” ¿Eso quiere decir que Dios no quiso que los otros niños se curaran? No, es que no tiene en cuenta los casos no confirmatorios (los errores tipo I y II).

Cuando ocurren ciertos “milagros” que las personas no pueden explicar, intentan buscarle un sentido porque se sienten indefensas al admitir que el azar existe. Quieren sentir que hay algo que lo provocó, que pueden controlar la situación y comprender lo que les pasa. Por eso formulan hipótesis, aunque a veces no sean muy acertadas, y cometen sesgos y errores.

El hombre tiene una necesidad innata por buscarle el sentido a todo. La mente humana tiene dificultades para generar actividad aleatoria. El cerebro humano ha evolucionado para reconocer patrones e inferir los mecanismos que los provocan. La creencia es natural; la incredulidad, el escepticismo y la ciencia no son naturales: son más difíciles. Nuestro cerebro está creado para creer, para buscar patrones.

Además, los esquemas que nos formamos (aunque sean erróneos) dan sentido, orden, estructura y coherencia a nuestro mundo, y gracias a esto nos sentimos más seguros en él, como si tuviéramos el control de lo que sucede. Esta ilusión de control, es decir, la sensación de que uno puede controlar los resultados, tiene un efecto positivo en la autoestima de las personas y reduce el estrés que causan las situaciones inesperadas. El estrés hace que no atendamos a lo que estamos haciendo y que olvidemos las cosas, por lo tanto, en situaciones estresantes en las que no tenemos control (aunque la percepción de control sea errónea) nos lleva a actuar de forma supersticiosa.

Por consiguiente, la mayoría de la gente, sean ateos o no, creen en algo indemostrable. Forma parte de una necesidad muy humana, la de convencernos de que el curso de nuestra existencia tiene un sentido más allá del azar que rige los acontecimientos. Siempre es más tranquilizador saber que hay algo que controla la situación.

Bibliografía y referencias

Hogg, M.A. y Vaughan, G.M. (2010) Psicología social (5ª edición). Madrid: Panamericana

Las Creencias y el Autoengaño – Michael Shermer. https://www.youtube.com/watch?v=-sJcRVTc10E

Redes – Programados para creer. http://www.rtve.es/alacarta/videos/redes/redes-programados-para-creer/593858

Por qué creemos que nuestras supersticiones cambian la realidad. http://www.bbc.com/mundo/noticias/2011/09/110915_supersticiones_resultados.shtml

Pardo Merino, A. y Ruiz Díaz, M.A. (2010). Análisis de datos en ciencias sociales y de la salud II. Madrid: Síntesis.

Wikipedia – Burrhus Frederic Skinner. https://es.wikipedia.org/wiki/Burrhus_Frederic_Skinner


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