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Milagros

Publicado el 31 diciembre 2009 por Alfonso

En el primer capítulo de la imprescindible, y muy recomendable, serie televisiva Mad Men, el sagaz Donald Draper dice que la publicidad se basa en una cosa: la felicidad. Exactamente el mismo estado de ánimo que la Constitución española más liberal de todos los tiempos (liberal según se entendía el mundo por aquellos tiempos), La Pepa, decía que era el objeto del Gobierno, “puesto que el fin de toda sociedad política no es otro que el bienestar de los individuos que la componen”. Cosas de otros tiempos: de los comienzos de la era Kennedy o de nuestro siglo XIX, aunque vigentes, al parecer. La felicidad es oler un coche nuevo, añade Don Draper. Y el gobierno español, que se fija en las pantallas al menos tanto como la monarquía, decide seguir subvencionando el sector automovilístico, no más perjudicado que muchos otros. Hoy resulta imposible distinguir vendedores de leyes de promulgadores de tendencias consumistas, fácil confundir felicidad con provecho.
En realidad no son los dirigentes los únicos en buscar el halago de los demás, la estabilidad propia y de sus reservados, el poder descansar a pierna suelta, es la sociedad en general y cada uno de sus individuos en particular quienes persiguen tan altos propósitos. Y para seguir adelante con el cometido de la dicha propia, conseguir la recompensa, caiga quien caiga, cada 31 de diciembre echamos la vista atrás y repasamos el año, viendo lo que hicimos bien o mal -no caben medias tintas con uno mismo, salvo autoengaño-. De lo bien hecho sólo cabe repetirlo. De lo contrario, caben dos posibilidades: desandar el camino o afrontar el futuro con la valentía de saber que, las más de la veces, con el perdón lo que realmente se solicita es una bula para seguir ofendiendo.
Que el espejo en que nos miremos nos devuelva una imagen clara o distorsionada depende del astigmatismo, la miopía, la presbicia. Pero también de las cataratas del cristalino o emocionales. Que cada uno descubra y aprenda a vivir con sus propias estrías, sin olvidar que las farmacias y el cava obran milagros. La felicidad también es estar libre de miedos, dice el mordaz publicista de Madison Avenue.
MILAGROSDon Draper

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