Revista Cine
Al inicio de los créditos de Mildred Pierce (EU, 2011), teleserie producida por HBO y MGM, aparece el anuncio: "A film by Todd Haynes". O sea, esto no es televisión, sino cine en casa. Y tratándose de Todd Haynes, gran cine en casa.Esta miniserie de cinco capítulos -"esto no tiene nada de 'mini', ha dicho la protagonista Kate Winslet, por el nivel de producción- no es, por cierto, un remake de El Suplicio de una Madre (Mildred Pierce, 1945), el filme de Michael Curtiz protagonizado por Joan Crawford, sino una vuelta a la novela original de James M. Cain. Así pues, así como su obra mayor Lejos del Cielo (2002) no es un refrito de Lo que el Cielo Nos Da (Sirk, 1955) sino una reinterpretación de la trama y los personajes, el Mildred Pierce de Todd Haynes no es un beato homenaje al cine de los Grandes Estudios de Hollywood y a una de sus más grandes estrellas -Joan Crawford- sino una reapropiación de la trama escrita por Cain, con el fin de ofrecernos una distinta lectura.El inicio y el final del primer episodio de Mildred Pierce tiene que ver con el trabajo. Mientras aparecen los créditos, vemos las afanosas manos de una mujer trabajando en repostería. Mildred, la esposa insatisfecha del infiel Bert (Bryan F. O'Byrne), hace un monumental pastel que venderá para una fiesta de cumpleaños. La enérgica y atractiva mujer -"tiene usted buen físico", le dice alguien en el episodio- tiene dos hijas pequeñas, un marido que la engaña y una frustración enorme. "No me resigno a esta vida", le dice a su locuaz vecina Lucy (Melissa Leo). El darse por vencida no forma parte de sus planes, por más que el marido la abandone para irse con otra mujer.El escenario es Glendale, California, en 1931, en plena Gran Depresión. En el primer episodio, vemos a Mildred luchar por salir a flote en las condiciones económicas precarias que la dejó su marido. La agotadora búsqueda de trabajo por las repletas calles de la ciudad, la entrevista laboral con una práctica agente (Brenda Wehle) que la baja de su nube, su humillante encuentro con una ricachona (Hope Davis) que la quería como ama de llaves, su aceptación final de que no podía encontrar otra cosa que ser mesera en un cafetín de cuarta a 25 centavos la hora más propinas. La descripición del aprendizaje a mata-caballo de cómo servir/recoger una mesa será la espléndida secuencia final de este primer episodio. Mildred Pierce, encarnada por Kate Winslet, es la clásica mujer guapa que no sabe cómo usar su propio atractivo. Con un caminar desgarbado, con un gesto de cansancio perpetuo, con la inseguridad que le da sentirse pasada de carnes, Mildred no puede vivir su propia vida porque quiere vivirla a través de sus hijas, especialmente la insoportable Veda (espléndida monstruita Morgan Turner), que puede ser lo que ella no puedo. Haynes trasciende con mucho el formato televisivo. En efecto, esto es: "un filme de Todd Haynes". Además de la impecable ambientación de época, el cineasta californiano nos entrega una capciosa puesta en imágenes: Mildred es vista, en innumerables ocasiones, a través de cristales o ventanas, como si estuviera atrapada en una pecera, en un aparador. Luego de la humillante entrevista con la señora Forrester (Davis), la cámara segura, elegante, de Edward Lachman se tambalea, siguiendo a la devastada Mildred caminando por las calles de Los Ángeles. Al final, un dolly nos lleva a ver la espalda de Veda, que ha escuchado una confesión clave de Mildred a Lucy: el huevo de la serpiente se ha anidado. Y El Suplicio de una Madre ha, también, iniciado.
El primer capítulo de Mildred Pierce se exhibió ayer en HBO. Más horarios, aquí.