Acababa de publicar el disco que, 55 años después, muchos consideran la gran obra maestra de la historia del jazz y la simple escucha de una pieza musical conmovió tanto a Miles Davis que se puso a trabajar a fondo en una versión de esa obra. Fue mediante un amigo, un músico de sesiones con el que Miles había coincidido en varias ocasiones, que el trompetista escuchó el “Concierto de Aranjuez” de Joaquín Rodrigo. Aquello fue un “shock”, una revelación para el músico que decidió que quería grabar aquella melodía pero quería hacerlo bien. No necesariamente bajo la perspectiva del jazz, como habría sido de esperar, sino como música sin etiquetas. Esa fue una de las críticas que recibió en aquel momento: “no es jazz”, decían. “Es música y me gusta”, replicaba Davis.
Contrariamente a la imagen que se puede tener del “jazz” como una música centrada en la improvisación y entregada al talento y espontaneidad del propio intérprete, en la mayoría de los casos estamos ante músicos con una formación académica comparable a la de sus colegas de “la clásica”. Es este bagaje el que posibilita en la mayor parte de los casos que los más grandes artistas del “jazz” puedan interpretar su música con una base sólida, más allá del propio talento. En el proceso de grabación de “Sketches of Spain”, Davis hizo un importante trabajo de documentación para no limitarse a tocar una serie de notas sin entender toda una música y un entorno en el que se creó. Gil Evans, el arreglista y director con el que Miles colaboraba en aquel entonces estaba investigando el flamenco por encargo del director del departamento de música étnica de la CBS (sí, en 1959 existía algo así en el gigante discográfico). Evans conocía bastante bien a los compositores clásicos españoles, especialmente a Rodrigo y Falla por lo que parecía el más adecuado para explorar un género tan genuinamente ibérico.
La coincidencia entre ambos hechos fue realmente afortunada y lo que, en un principio, iba a ser una versión de Davis de uno de los movimientos del “Concierto de Aranjuez” se convirtió en todo un disco centrado en la música de España, añadiendo a la obra de Rodrigo otras piezas del citado Manuel de Falla y de otras tradiciones folclóricas del país. Davis hizo escuchar el concierto a Evans y éste comenzó a trabajar en el mismo. En su investigación, Evans encontró formas musicales como la “saeta” o la “soleá” que terminaron por incorporarse al disco. Cuenta Davis que cuando hizo que escuchase el “Concierto” sabía que Evans buscaría otras músicas para acompañarlo ya que en aquella época no tenían necesidad de hablar para saber lo que pensaba el otro. Este entendimiento fue clave en adaptaciones en las que ambos trabajaron juntos como la de “Porgy and Bess” y sería también capital en el nuevo “Sketches of Spain”.
Para la grabación, además de los miembros de la orquesta de Gil Evans, se contó con algunos habituales de Davis como Paul Chambers (bajo) o Jimmy Cobb (batería) que acompañarían a Miles (trompeta y fliscorno).
Miles Davis con Gil Evans.
“Concierto de Aranjuez” - Lo primero que se escuchan son unas castañuelas lo que demuestra que Evans y Davis se informaron bien acerca de los instrumentos autóctonos españoles. No tarda en aparecer el trompetista ejecutando la melodía central de la obra de Rodrigo con un sentimiento inusual. Se suele decir que un músico extranjero no puede interpretar flamenco (vale para cualquier música de raiz) porque le falta el sentimiento que sólo pueden tener aquellos que han crecido con esa música. La emoción que consigue transmitir Miles Davis aquí es comparable a la de cualquier guitarrista que haya podido ejecutar la partitura original. Los arreglos de Evans son tremendamente originales puesto que no caen en tópico alguno a pesar de que sería muy fácil hacerlo y entienden perfectamente la esencia de la obra. Se dice que Joaquín Rodrigo no tenía muy buena opinión de la versión de Davis pero a nosotros nos parece un gran acierto. Creemos que es una ejecución inspirada y respetuosa con el espíritu original sin limitarse a una mera transcripción, algo que, por otra parte, habría sido fácil de hacer. Tras la larga parte inicial en la que Miles es el protagonista absoluto, escuchamos un interludio orquestal seguido por un ritmo constante de contrabajo sobre el que un Davis más jazzístico ejecuta algunas notas sostenidas en un estilo más reconocible. Antes de la despedida volvemos a escuchar el tema central de la obra una vez más.
“Will O' the Wisp” - El segundo corte del disco lo ocupa una versión de una de las partes de “El Amor Brujo” de Falla, compositor en cuya obra, como decíamos más arriba, estaba muy interesado en aquel entonces Gil Evans. El tratamiento musical es algo diferente al del “Concierto de Aranjuez”. En este caso se adapta el ritmo de la obra hasta convertirlo en una especie de marcha procesional muy acorde con los pasos de Semana Santa que aparecían de forma más directa un poco más adelante.
“The Pan Piper” - Las investigaciones de Evans sobre el folclore español le llevaron hasta este tema tradicional de origen gallego que aquí adopta formas claramente jazzísticas con algunos patrones repetitivos por parte de los metales de la orquesta sobre los que Davis ejecuta las lineas melódicas principales.
“Saeta” - Los dos últimos cortes del disco son composiciones propias de Gil Evans adoptando las formas típicas de los dos cantos a los que se refieren los títulos. Imaginamos que al público habitual de Davis le sorprendería mucho escuchar esta “Saeta” pero a los conocedores de los ritos de la Semana Santa, especialmente de la andaluza, todo les resultará muy familiar: los ritmos, las fanfarrias etc. son los habituales en estas celebraciones. La gran diferencia viene de la mano de la trompeta de Davis que adopta el papel del doliente cantante solista que suele ejecutar el lamento en estas piezas. De nuevo, la emoción que pone en su interpretación nos hace cuestionarnos todos los lugares comunes acerca de la necesidad de pertenecer a una tradición concreta para saber interpretar su música. No creemos que Davis se sintiese muy cercano al ritual de la Semana Santa culturalmente pero asimiló perfectamente el espíritu de sus músicas y supo plasmarlo en este disco de forma magistral.
“Soleá” - Algo similar ocurre con la pieza que cierra el disco, firmada también por Evans, aunque la analogía con la “soleá” tradicional es menos directa que la que escuchábamos en el corte anterior. El experimento, en cualquier caso, es notable y está ejecutado con gran acierto.
No cabe duda de que grabar un disco de estas características entraña siempre un riesgo pero lo cierto es que “Sketches of Spain” goza hoy de una gran consideración entre la crítica, algo no muy habitual en trabajos como este en los que un artista se introduce en mundos musicales completamente ajenos a su estilo, formación y tradición. La clave reside en abandonar todo individualismo como artista, despojarse de egos e introducirse con total humildad en la música que se quiere interpretar. Se cuenta que en las sesiones de grabación, los músicos estaban confundidos ante las instrucciones que Miles les daba. El trompetista hacía hincapié en que no se limitaran a ejecutar la partitura, incluso, en que no la ejecutaran correctamente sino que se dejaran llevar por lo que la misma les transmitía aunque eso implicase no tocar exactamente lo que se reflejaba en el papel.
Tenían razón los que criticaban a Davis diciendo que esto no era jazz. Tampoco es música clásica o flamenco. ¿importa? Miles creía que no y nosotros estamos de acuerdo al cien por cien con él.