Miles de republicanos se manifestaron este fin de semana en cuarenta ciudades de toda España para exigir un referéndum que permita derrocar a la monarquía, según todos los medios informativos.
No se daban cifras más precisas, como se hace con casi todas las manifestaciones de alcance nacional. Algún medio aventuró que eran unos 40.000 sumando toda España, y los demás decían “miles”, apenados, como eufemismo para no declarar el fracaso.
Si el entusiasmo republicano fuera como el del 14 de abril de 1934 habríamos hablado de mareas humanas de kilómetros de longitud marchando hacia la Puerta del Sol de Madrid, centro de los movimientos cívicos como “rompeolas de todas las Españas”, que decía Antonio Machado.
De acuerdo con Machado esa plaza sería la meta toda acción política nacional, como fue para el nacimiento de la II República.
Pero a diez días de la proclamación como rey de Felipe VI, las calles que conducen a la Puerta del Sol estaban llenas de turistas y compradores por las tiendas del área, y la misma plaza presentaba huecos entre los curiosos y los manifestantes.
Ese contraste entre 1931 y 2014 lo retrata el notable escritor Lorenzo Silva en un artículo titulado “La segunda muerte de Manuel Azaña”: “Nadie mostraba estrellas rojas el 14 de abril, y dudo mucho que nadie, entre aquellos españoles enfervorecidos, acudiera drogado a cambiar el curso de la Historia”.
En efecto, numerosas zonas de la plaza apestaban a hachís, sobre todo en el grupo de Podemos, pero también, aunque algo menos, entre los asistentes a los diferentes mítines separados de maestros, de sanitarios, o de comunistas con Cayo Lara.
Los únicos sin olores resinosos eran unos pocos ancianos que parecían peces fuera del agua, románticos inocentes buscando los tiempos perdidos.
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