Desde mitad de los sesenta, contra el franquismo y durante la
transición, lucharon cientos de miles de personas en uno u otro momento, por
muchos lugares, fábricas, universidades y barrios, obreros y estudiantes, también
gentes de teatro, cine, prensa; abogados, editores, libreros, colegios
profesionales,… incluso en algunas instituciones hubo minorías activistas, como
en la Iglesia, el ejército… Los movimientos estudiantil, vecinal y obrero
desgastaron las opciones continuistas del régimen, siendo fundamental para
evitarlo las luchas obreras que rompían la producción desestabilizando el orden
y la legalidad vigente. De entre aquella multitud, hubo unas cuantas decenas de
miles de activistas que lo hicieron de forma estable, continuada y organizada y
que no solo tenían objetivos inmediatos, tenían proyectos políticos para
sustituir al franquismo incluso algunos soñaban con construir una nueva
sociedad, sin clases y sin explotación, a ese colectivo nos referimos como extrema
izquierda o izquierda radical.
Antifranquistas hubo mucha gente sin adscripción partidista, entre los
militantes que lucharon establemente no solo hubo comunistas e izquierdistas
radicales, también hubo monárquicos, demócratas, republicanos, nacionalistas,
liberales, demócrata cristianos, falangistas, sindicalistas autónomos, sectores
de la Iglesia post conciliar,... la contribución de grupos cristianos en las
luchas obreras fue numerosa, e importantísima en los años ’50 y ‘60, su
participación fue clave en grandes huelgas, determinante en Asturias, Euskadi,
Cataluña y Madrid, en la creación de las primeras CCOO, y en el desarrollo y
organización de luchas sindicales y vecinales; a finales de los ’60 y ’70 muchos
cristianos se mezclaron con el marxismo y formaron parte de la militancia comunista
y de la izquierda radical en sus mismas agrupaciones, o reconvirtiendo
directamente las suyas propias, caso de AST-ORT, 1970[1].
Otros muchos siguieron peleando solo
desde su condición cristiana.
El PCE destaca en 1965 en ‘Nuestra
Bandera’[2]:
‘’su ‘importante actividad, extensa e intensa, entre
las que HOAC y JOC no son las únicas actividades bajo el apelativo cristiano, Los otros grupos católicos, éstos ya de
tipo clandestino –Solidaridad de Obreros Vascos (SOV) y Unión Sindical Obrera
(USO) en Euzkadi, Sindicatos Cristianos en Cataluña y Federación Sindical de
Trabajadores (FST) en Madrid– difieren ya bastante de hoacistas y jocistas,
aunque a veces estén nutridos por militantes de ambos orígenes. En realidad se
trata de grupos abiertamente políticos, no ligados a ninguna labor de
apostolado, portadores de una u otra línea política al movimiento obrero’’
Sobre sociología política y religión resultan imprescindibles los
numerosos trabajos de José Ramón Montero[3].
Interesante el documento aportado por Pere Ysás[4],
sobre activismo político de los sacerdotes antes de morir Franco, cuantifica 2.558
individuos sobre 23.971, lo que permite relativizar su importancia militante. Otro
colectivo no necesariamente coincidente con los anteriores son los curas
obreros, unos pocos curas trabajan como obreros, algunos compaginando sus
tareas parroquiales, otros comprometidos en organizaciones, en todo caso
fenómenos diferentes y minoritarios respecto al de la militancia activista de católicos
en organizaciones obreras y/o marxistas.
De entre las decenas de miles de antifranquistas, destacó la militancia
comunista por su organización, capacidad de lucha y entrega, el PCE y los
grupos de extrema izquierda, leninistas, trotskistas, maoístas; también unos
pocos socialistas. Y por supuesto los anarquistas, que aun sin representar el
protagonismo que tuvieron en la primera mitad de siglo XX, fueron importantes
luchadores antifranquistas, que este trabajo deja al margen para mejor ocasión por
falta de fuerzas para abordarlo. A partir de mediados de los años sesenta un
conjunto de acontecimientos influye en los sueños de muchos españoles que se
incorporarán al activismo político: la revolución del 68 en Europa y EEUU,
París, Praga, la guerra de Vietnam, las
luchas por los derechos civiles-negros,
la revolución China, la ruptura Chino-Soviética, las luchas por la
independencia en África, el Concilio Vaticano II… curas guerrilleros en América
Latina; en España se empezarán a conocer los movimientos ecologistas,
antimilitaristas-pacifistas, -que tomarán protagonismo en los ‘80-; y el
feminismo. La lucha feminista generará una dinámica revolucionaria, en parte
compartida duplicando militancia con la izquierda radical dentro de sus mismas
siglas y en parte como movimiento feminista con fuerza y poder independiente.
A mediados de los sesenta en España, se incorporan nuevas
hornadas de jóvenes militantes, estudiantes y obreros, y se generan nuevas
posibilidades de potenciales encuadramientos que se traduce fundamentalmente en
los grupos a la izquierda del PCE, aunque nunca llegaron a tener su potencial.
El hecho es que la militancia comunista con su impronta de emoción
transformadora de la sociedad ya era posible realizarla en variados partidos
diferentes. La escuela de lucha, de estudio y relaciones de cada persona, tiene
mucho que ver con los individuos que estuvieran cerca en la universidad o el
trabajo. Naturalmente que podía elegirse la opción política, mejor en los setenta
que en los sesenta, pero las relaciones de proximidad humana eran altamente
influyentes en la adscripción partidista de cada persona, aún siendo
determinantes la lucha contra la dictadura y los sueños de una sociedad sin
clases, las relaciones personales influían poderosamente en las afinidades
identitarias, como era visible en las constantes fracciones.
Un individuo se hacía trotskista porque sus amigos lo
eran, o bien se arrimaba a un grupo pro-chino porque un compañero del trabajo
en quien confiaba se lo pedía, etc. Después de tomada la decisión, una vez
dentro, la identificación grupal funcionaba integrándolo, las relaciones
humanas, las discusiones, las acciones, toda la actividad que se realizaba intentaba
diferenciarse del resto de partidos y ello conducía a reafirmarse en la
elección inicial. Hasta que llegaban otros momentos en los que el desarrollo
interno de cada cual, iterando con las modificaciones del entorno, del propio
grupo, y/o de la sociedad, empujaban en otra dirección y producía abandonos o
cambios de grupo.
La incorporación de nuevos activistas junto con los
escindidos procedentes del PCE, FLP, de grupos cristianos y de ETA, configuran nuevos
grupos situados a su izquierda, según sus documentos y objetivos declarados,
luchan contra el franquismo y contra el capitalismo, pretenden construir una
nueva sociedad comunista mediante la revolución, sea socialista, democrático
popular, antiimperialista... Son militantes comunistas, marxistas, leninistas,
trotskistas, maoístas, anarquistas, cristianos… y feministas, éstas doblarán
militancia en los grupos anteriores y serán pieza fundamental en la gran
revolución española del siglo XX.
Durante
aquellos años sesenta y setenta destruimos los pilares de la sociedad
franquista e intentamos construir una nueva sociedad distinta a la que había.
En la destrucción y construcción participaron millones de personas sin un guión común, empujando no
necesariamente en la misma dirección, ni con la misma fuerza e intensidad. La
militancia de la izquierda radical sin tener objetivos compartidos, fue una de
las fuerzas dentro del conjunto de luchas y movilizaciones en las que
participaron muchas otras personas e identidades difíciles de homogeneizar,
salvo en su antifranquismo y deseos de vivir mejor. La resultante de aquellas
luchas fue la sociedad española en la que vivimos, hasta la crisis de 2008.
Mucha de aquella gente renunció desde los ochenta al resultado y no aceptaron
su protagonismo en la creación de la España democrática, no quisieron
responsabilizarse de lo que habían logrado cambiar, no aceptaron el resultado
porque no era el soñado, aunque contribuyeron al mismo con sus esfuerzos. Sin
la izquierda radical, la sociedad hubiera sido más derechista y cercana al
franquismo.
[1] Hermet, Guy ‘Los católicos en la España franquista’
editorial CIS+Siglo XXI. Tomos I, 1985 y II, 1986.
Babiano, José, ‘Los católicos en el origen de
Comisiones Obreras’. Espacio, Tiempo y
Forma, Serie V, H.' Contemporánea, t. 8, 1995, págs. 277-293.
Fernández Segura, José,
La participación de los católicos en el movimiento obrero de Barcelona
(1946-1978)’.Universidad de Barcelona. 2005.
[2] ‘Nuestra Bandera. Revista teórica y política
del PCE. Num 42-43, marzo-abril 1965, páginas 163-1972 http://www.filosofia.org/hem/dep/pce/nb042163.htm
[3] Un ejemplo de los trabajos de J.R. Montero entre muchos ‘Iglesia,
secularización y comportamiento político en España’. José Ramón Montero. Reis
34 , 1986
[4]
Ysás Pere. ‘Disidencia y subversión. La lucha del régimen franquista por su
supervivencia, 1960-1975’. Crítica. 2004