Revista Opinión
Alguna que otra vez he expuesto los motivos que me empujaron a afiliarme (y también a militar, que no son la misma cosa) a Izquierda Unida. Creo que aquí en el blog ya lo he perfilado cuando he escrito sobre la Refundación o sobre IU y la izquierda.
Mi posición sobre lo que es la militancia no es tan difusa como se puede creer. Realmente tiendo a hacer una diferencia básica sobre lo que es la afiliación y lo que es la militancia.
En mi opinión la afiliación consiste en pagar una cuota y poco más. No cargo contra ello, no se me vaya a malinterpretar, ya que entiendo perfectamente que alguien simplemente quiera afiliarse y apoyar con ello la organización con la que es afín. Pero no puedo equipararlo a lo que es la militancia o el activismo, porque son conceptos que van más allá de la simple visión de permanecer en una organización y pagar una cuota.Para mí la militancia significa el compromiso con unas ideas, el trabajo (prácticamente diario) y la labor que se desempeñan en pos de lograr hacer llegar las ideas de uno al último confín del planeta y en alcanzar el objetivo de la transformación social.
Y en esa tesitura hay que entender que a veces se entra en contradicciones (llamadlo enfrentamiento o llamadlo choque) entre el militante de izquierdas y su afiliación a X.Es lo normal, ojo. Si alguien milita en base a unas ideas y un objetivo, lo normal es entrar en alguna que otra pelea cuando su organización toma una decisión que no se corresponde con las ideas que dice defender.
Pero, más allá de eso, yo concibo la afiliación y la militancia en una organización como un instrumento más de la propia militancia de izquierdas de la persona. Es decir, no se puede defender a capa y espada lo que tu organización haga si eso conlleva renunciar a los principios irrefutables por los que en su día decidiste afiliarte y militar en ella.Conlleva adoptar la postura ejemplificada en una máxima ya famosa: "si el instrumento falla, se cambia por otro".
Mi condición de afiliado y militante de IU se da porque antes ya era militante y persona de izquierdas. Y no al revés. Por eso entré (y por eso sigo) con unas ideas y unas posturas, y las voy defendiendo a lo largo de mi trayectoria.
Consiste en no convertirse en un idólatra de la organización. En tener claro que el objetivo es la transformación de la sociedad y, para ello, utilizar herramientas. Y en la misma situación se puede encontrar cualquier parlamentario que se diga de izquierdas: su objetivo no es ser parlamentario si no que es una herramienta más para lograr el objetivo, como subraya constantemente Alberto Garzón y con el que estoy de acuerdo.
El militante de izquierdas lo debe tener claro y con ello organizarse. Así lo veo y así lo conllevo.