Parte del mundo mira con preocupación a EE.UU. en la idea de que Donald Trump está tan desequilibrado que acaba de nombrar secretario de Defensa a un general retirado de 66 años al que conocen como “Perro Loco”.
Pero a James Mattis le llaman también “El Monje Soldado”, como a aquellos caballeros cruzados que tan bien representaban los templarios, hombres de armas que, como él, eran solteros y se entregaban al estudio, el rezo y la guerra.
Mattis no es cualquier loco: lee en latín las Meditaciones del emperador romano Marco Aurelio y en griego a Éforo de Cime para analizar las Guerras Médicas.
Los historiadores valiosos saben que este general, cuyo peor apelativo le viene de sus frases contundentes, es un erudito, un sabio.
El mundo de las armas siempre ha estado unido al saber y, especialmente, a la literatura, pues toda la épica viene sus narraciones.
El Siglo de Oro español no existiría sin sus soldados: Lope, Quevedo, Hurtado de Mendoza, Calderón, Garcilaso… Y la Real Academia, desde su fundación, ha albergado grandes autores-soldado en sus sillones, empezando con los principales ilustrados, que eran militares.
Recuérdese que el mismo Cervantes, si no hubiera sido soldado, nunca habría escrito el Quijote.
Ahora hay decenas de notables estudiosos y analistas como los hoy retirados Agustín Rosety, General de Infantería de Marina como Mattis, o el Capitán de Navío y exagente del CNI Jaime Rocha, que acaba de publicar un libro sugestivo de crónicas analizando el día a día español entre 2009 y finales de 2016, “Dedicado a ti…” (Boletín Ediciones).
Quizás la cercanía de la guerra, de la vida y de la muerte, aunque sea teórica, facilita una imaginación y un sistema de razonamiento que crea a sabios y escritores así.
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SALAS