Crimen y castigo.
En los últimos años Hollywood ha buscado sus fuentes de inspiración en dos ámbitos bien diferenciados para poder realizar sus propias adaptaciones y así convertirlas en una engrasada maquinaria de generar ingresos: los best-sellers literarios y los éxitos cinematográficos procedentes de otros países. Si además el best-seller literario pertenece a una exitosa trilogía, en ese caso ya se les hace el culo pepsi-cola. En ese sentido, no resulta sorprendente que cuando la trilogía Millenium, escrita por el fallecido Stieg Larson, empezó a vender libros como churros y su posterior adaptación cinematográfica, made in Suecia, fue todo un éxito en las taquillas de media Europa, las pupilas de los mandamases de los estudios cinematográficos más potentes de la meca del cine empezaran a dilatar y a soltar chiribitas, ante lo que muchos entendieron como “el negocio padre”. La adaptación americana llegó por fin a principios de este dos mil doce, algo más tarde de lo esperado, con un director y un actor de peso en cartel.
El periodista Mickael Blomkvist es acusado por difamar a un pez gordo de las finanzas. Como el hombre no puede demostrar su inocencia, por falta de pruebas, decidirá poner tierra de por medio y terminará aceptando un misterioso caso en una isla del Norte de Suecia: deberá encontrar a una joven que desapareció hace cuarenta años y de la cual nunca más se supo. El encargo se lo hace el propio tío de la muchacha, un acaudalado hombre de negocios, quien está convencido de que fue asesinada por uno de los miembros de su peculiar familia. En su investigación se cruzará una enigmática joven llamada Lisbeth Salander que terminará ayudándolo a resolver el caso.
La peli está dirigida por David Fincher, quien tira de su habitual libro de estilo para crear la asfixiante y corrupta atmósfera del film, demostrando una vez más, por mucho que a menudo se enfrasque en proyectos distintos, que al hombre le gusta más un thriller que a un tonto un lápiz. Entre los actores protagonistas encontramos a un comedido, aunque de mirada aviesa, Daniel Craig y a una punk Rooney Mara, que se termina zampando al resto del elenco con patatas. Entre los secundarios encontrarán los rostros conocidos de Christopher Plummer (Begginers), Stellan Skarsgard (Los Vengadores) y Robin Wright (Moneyball).
Me leí la trilogía Millenium cuando todo el mundo hablaba de ella y parecía que quien no la estuviera leyendo automáticamente se convertiría en una especie de paria social y sería deportado en menos de veinticuatro horas a una isla remota poblada por todo tipo de monstruos terribles. Lamento profundamente no resultar más guay y haber empleado el tiempo invertido en leerme veinte veces seguidas “El lobo estepario”. Recuerdo que me parecieron unos libros geniales para leer en verano, tumbado en una hamaca y que, a pesar de que la historia no era nada del otro jueves, los personajes principales eran molones. En el fondo algo debían tener, porque lo cierto es que los devoré en un pis-pas.
Sorprendentemente el resultado final de esta adaptación no solo vale mucho la pena sino que, además, estamos ante una de las cintas más alejadas de los cánones establecidos por Hollywood que recuerdo en bastante tiempo: hay desnudos (justificados en el guión), escenas de sexo, unos protagonistas que no paran de fumar como carreteros durante todo el metraje, violencia, mala leche, corruptelas políticas, una acción que transcurre en Suecia... y más cosas que no cuento por no entrar en terreno de spoilers. Lógicamente también dispone de muchos elementos que si resultan atrayentes para el gran público: un crimen por resolver, una historia de amor (o algo que se le parece) y una venganza que llevar a cabo.
Mientras leía el libro en el que se basa la peli ya se empezaba a rumorear que seguramente se acabaría llevando la historia al cine. Y durante algunos párrafos no podía evitar pensar: ¿cómo diablos se las arreglarán para llevar esto a la gran pantalla? La respuesta ha sido simple: haciéndolo. No han evitado los momentos más escabrosos de la trama y esa termina siendo la mayor virtud del film. Es una película que no traiciona el espíritu del libro, potenciándolo y dotando a las imágenes de una cuidada ambientación que consigue que la historia vaya calando en el espectador durante sus, atención, dos horas y media de duración (alguien debería hablar muy seriamente con Fincher sobre la duración de sus películas). A pesar de lo dicho apenas se hace larga, ya que la trama dispone del ritmo adecuado, los dos protagonistas van sobrados de carisma (especialmente el personaje de Lisbeth Salander) y el caso que plantea consigue entretener lo suficiente hasta que se llega a un final que, a pesar de resultar algo descafeinado, es bastante más acertado en algunos aspectos que el del libro.
Resumiendo: Entretenido thriller dotado de una oscura ambientación y unos personajes protagonistas que terminan resultando ser su auténtica piedra angular por encima, incluso, de la trama que nos están contando.