Tal día como hoy hace 27 años caía el muro de la vergüenza, la pared que separó una nación en dos. Un 9 de noviembre de 1989 caía el muro de Berlín y Alemania volvía a ser una nación unida.
Hoy 9 de noviembre de 2016 se ha construido otro muro y no precisamente frente a México. Un muro invisible sin pared alguna. Un muro racial y étnico cuyo material principal es el odio. Un muro que hoy el republicano Donald Trump ha conseguido construir, convirtiéndose en el próximo presidente de los Estados Unidos y polarizando a la población estadounidense en dos mitades.
Probablemente, la mayoría de propuestas de teatrillo que prometió el multimillonario durante la campaña no las llevará a cabo, bien porque sean inviables o porque su propio partido y el sistema le imposibiliten llevarlas a cabo. Aunque, hay que tener en cuenta que los republicanos controlarán las dos cámaras, Senado y Congreso, que junto con la presidencia les da un poder legislativo enorme, que rompe totalmente con el reparto del poder político estadounidense de los dos principales partidos con una gran hegemonía por parte de los conservadores. Un hecho que no ocurría desde 1928 en Estados Unidos.
Muchos se acuerdan hoy de Bernie Sanders, un candidato fuera del ‘establishment’ con propuestas socialdemócratas, fuera de radicalismos y con una mejor valoración que Hillary Clinton entre la sociedad norteamericana y del que nunca sabremos si podría haber vencido ayer a Trump en las elecciones presidenciales.
Sin embargo, ¿cómo una persona como Trump, sin ninguna experiencia política ha logrado ser presidente de EE. UU.? Principalmente hay dos respuestas.
La primera es muy simple. Multitud de compatriotas suyos piensan como él, creen que los inmigrantes llegados de fuera solo vienen a delinquir y a ganarse la vida robando. Esto lo apreciamos en que un 90 % de los hombres blancos, mayores de 65 años y sin estudios han votado la candidatura del republicano. Esto es una causa de la globalización que se aprecia en Estados Unidos desde hace décadas y que va en aumento cada vez más. Pillando a contrapié y generando en el hombre estadounidense tradicional un sentimiento de odio y rechazo hacia los que vienen de fuera. Que hábilmente ha sabido canalizar Trump en sus numerosos discursos totalmente populistas y fascistas que han convencido fácilmente a esta parte de la ciudadanía.
Todas las afirmaciones que ha repetido Trump en contra de mexicanos, musulmanes u otros extranjeros venido de países pobres, calificándoles de criminales o terroristas, o su medida rocambolesca de construir un muro frente a México, no hacen más que acrecentar una brecha racial insalvable que radica en un nacionalismo extremo apoyado de una xenofobia y racismo fuera de control. Dichas afirmaciones son totalmente falsas y no tienen ningún fundamento, debido a que los extranjeros procedentes de países poco desarrollados a tierras norteamericanas son los que sustentan al Estado, teniendo los peores empleos y además aumentando la natalidad, rejuveneciendo de esta manera a buena parte de la población del país.
La segunda es por el hecho de que Trump es un ‘outsider’, alguien totalmente fuera del sistema político que está en contra del mismo. No obstante, la fortuna que ha adquirido él es gracias al propio sistema que tanto critica actualmente. Un candidato muy diferente al clásico, como es Hillary Clinton que viene de la mano de Wall Street. Un aspirante que no necesita la ayuda de ‘lobbies’, debido a que autofinanció su propia campaña. Una persona en definitiva muy incómoda para el ‘establishment’, que viene a destruir todo lo establecido en los últimos años.
Todas estas razones se engloban en una sola palabra, cambio. Un cambio que ha seducido a muchos hartos de ver reducir sus salarios e incrementadas sus jornadas. Cambio real ya que Clinton es de sobra conocida, ella y sus políticas. Por lo que prefieren optar a algo nuevo y arriesgado que a otros cuatro años más de Obama en esencia. El cual ha creado gran frustración entre la población norteamericana, ya que las expectativas que había creado hace ocho años eran enormes y no se han visto ni mucho menos satisfechas.
Debido a estos motivos y a las numerosas propuestas inverosímiles de Trump, gran parte de la clase media le ha secundado. Deseando simplemente ver mejoradas sus condiciones de vida. Pero, cuesta mucho creer que un multimillonario evasor de impuestos comience a legislar a favor de la mayoría de la ciudadanía y en oposición a la parte adinerada de la que él mismo forma parte.
A estas dos principales razones hay que añadir que a título personal Trump es una persona despreciable. Siendo un misógino machista que hace gala de tratar de forma deplorable a las mujeres gracias a su cuenta bancaria. Sin embargo, algunas mujeres e incluso latinas acudieron a votarle a pesar de todo lo que ha afirmado Donald durante la campaña en contra de inmigrantes y féminas.
Las ideas de Donald Trump no son nuevas, ni mucho menos. Son ideas fascistas tradicionales. Ideas que están volviendo a resurgir y a coger auge en todo el mundo. Un auge que hemos apreciado ya en Europa. Como fueron las razones que llevaron a muchos británicos a votar en favor del Brexit. Como son los gobiernos de extrema derecha en países como Polonia e Hungría, la subida de Marine Le Pen en Francia, Amanecer dorado en Grecia, Alternativa en Alemania y otros tantos de la zona euro.
Todos estos radicalismos cumplen un mismo patrón, un nacionalismo extremo derivado del fascismo clásico, un odio al sistema y a la clase política actual y una xenofobia y racismo desmesurado acompañado de un populismo brutal.
Hoy Donald Trump se ha convertido en el 45º presidente de los Estados Unidos. Su mensaje ha sido calado a muchos norteamericanos y aunque se marche, tras 4 u 8 años esas ideas seguirán en la cabeza de muchos. Trump ha partido a Estados Unidos en dos mitades, con un muro social imperceptible, que será muy difícil y laborioso derribar. Hoy el miedo ha vencido, hoy 60 millones de personas votaron por Donald Trump con 60 millones de razones, pero que tienen una razón en común, el odio. Hoy millones de razones no me hacen creer en este mundo, pero una sola continúa haciéndome seguir creyendo en él, la esperanza.
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