Revista Festivales

Milongueros en el mundo - dos orilleros en reykjavik

Por Sonriksen
Queridos amigos de Lusiardo Tango Club Soy Nicanor  Pompete de la pareja de tango orillero " Los Pompete" integrada por mi mujer Celina y un servidor.   Les escribo  desde Reykjavik, la capital de Islandia, un lugar del que apenas teníamos noticias y al cual llevamos con pasión y alegría, el tango orillero que solíamos enseñar en nuestro Villa Soldatti  Natal.
 Siempre habíamos querido recorrer mundo y fue en el 2001 cuando vimos un sugerente anuncio publicado en Internet desde un locutorio donde a veces íbamos a ver vídeos de tango del maestro Requete para enseñar a nuestros alumnos: "Gran oportunidad de negocio - decía - "Heladería funcionando a pleno en Reykjavick busca socios por ampliación de cartera de clientes. Inversión inicial 4000 dolars. (estaba así escrito) Señor Cacho Chañaca". 
Eramos jóvenes. Impulsivos. Ambiciosos.  Apenas chequeamos el nombre o el lugar.  Además por nuestros temperamento fogoso - que se trasmite a nuestro baile lleno de intención y muchos alumnos aprecian - apenas tuvimos en cuenta los contras del proyecto. Veíamos en nuestro delirio una especie de evangelizacion tanguera de aquella tierra que apenas habíamos entrevisto en la apasionante novela de Verne "viaje al centro de la tierra". 
Contactamos con el señor Chañaca, que nos pidió adelantados 1000 dolars para señar el negocio,  vendimos un departamento herencia de mi abuela Clota en Almagro y con los dineros obtenidos nos pagamos el pasaje a Islandia, tierra de sagas y vikingos, en pleno mes de de Julio.
Luego de dos escalas y muchisimas horas llegamos al aeropuerto de Keflavick donde nos esperaba el señor Cacho, un compatriota bonachón aunque algo raído para vestir. "Aquí no se usa ostentar, verán que el negocio  es la mejor heladería de Reykjavick,  pero hasta el ciudadano más rico va con ropas simples. Incluso esta bien visto no ostentar en coche, por eso iremos a la capital en bus" -  nos dijo.  En el trayecto, llano y con  poco transito nos fue contando de la heladería y sus infinitas posibilidades.  "Hace frío aquí, pero con la corriente del golfo no se nota.  Les aseguro señores Pompete que helado y creppes vendo  a roletes".
Nos reímos.
La llanura pardusca- verde a un lado y  el mar al otro nos daban una sensacion agreste y solitaria. Pero esa impresión   se disipó enseguida al ver la colorida capital, un lugar que nos pareció maravilloso.  Enseguida, luego de guardar nuestras cosas en el sitio que seria nuestra vivienda y que el mismo se había encargado de gestionar con la seña,  el señor Cacho nos llevo a la heladería que íbamos a codirigir: ELDUR AND US  donde la gente se amuchaba para entrar.
 "El encargado  habla español aunque es de aquí" nos dijo señalando a un hombre  rubión y alto y enseguida le grito "Eh, Runólfur, como esta  mis propiedades ?" . "Chañaca, atorrante! jajaja.bien, bien.  Aquí nadie las va a robar"  le contestó el rubio con una familiaridad que nos hizo sentir en casa "Estos son los señores Copete, que vienen a hacerse cargo cargo de las filiales" dijo Cacho presentándonos.  El hombre no pareció entender lo que le decía.  Hizo un gesto raro que interpretamos como una revisión mental a su español, pero vino a estrecharnos la mano con mucha, mucha fuerza.  "Cuidado con este que es un bandido"nos dijo guiñandonos el ojo  al estilo porteño. Señor Cacho se adelantó enseguida liberándonos de su apretón  y nos fuimos a cerrar el trato al puerto, donde nos llevo a comer los perritos calientes mas famosos de Islandia.
Allí  firmamos un contrato muy bien redactado por el que  nos comprometiamos con un capital societario de 4000 dolars que le dimos en el acto a señor Cacho - deducida la seña y sumados los gastos de timbrados para hacernos cargo de las dos pujantes sucursales "moviles" - un concepto que no entendimos entonces -  de ELDUR AND US.
Sellamos el pacto con dos rondas de brennivin, un licor local al que llaman "la muerte negra" y que despejo cualquier recelo. Enseguida nos sentimos como si conociéramos de toda la vida al bueno de Chañaca.  Incluso le preguntamos  si había algo de tango en la Capital, porque estábamos pensando en montar una modesta escuelita.
"Ya lo hablaremos cuando vuelva nos dijo, tengo que ir al aeropuerto a recibir otro inversor y algunos trámites pero enseguida vuelvo".
Así que nos dejó en la heladería, de la que ya nos sentíamos integrantes y luego de darle  parte de nuestro dinero a Runólfur -  supusimos que para comprar materiales  -  se fue.
Esperamos.
Durante un tiempo indeterminado esperamos. Quisimos enterarnos de la operativa del negocio pero Rúnolfo se vio abocado a despachar un contingente nutrido de turistas. Nos dormimos y nos despertamos cuando comenzaban a cerrar la sede de nuestro negocio.  Nos pareció raro pues era de día, muy de día.  Luego nos dimos cuenta que eran mas de las diez de la noche y faltaba aun dos horas para anochecer.  En cinco minutos se largó un chaparrón fortísimo, algo muy común en Islandia. Runólfur nos grito: "Muchachos, resguarden sus propiedad que se les va a oxidar."
Sin saber como hacer le preguntamos donde quedaba y si tardaria mucho el dueño de la heladeria, el señor Chañaca.  Su respuesta nos bajo a la tierra: " El dueño está ahi sentado, el señor Snorri. Ustedes estan confundidos.  Chañaca no vuelve. Con el dinero que  le dieron me devolvió a mi un préstamo para viajar  a Buenos Aires.  Ese gordo estafador anda queriendo irse desde hace dos años. traté de avisarles pero no me entendieron. Por lo menos el señor Cacho les dejó una mínima provision de mercaderías para vender mañana.  Lo que les quedo luego de comprar eso" nos dijo, señalándonos dos bicicletas de reparto con su correspondiente carrito y sin candado. Con una expresión triste nos dijo que  volviéramos a la mañana a buscar la mercaderia y nos presto 50.000 coronas Islandesas.
Cuando volvimos cabisbajos al alojamiento pudimos constatar que era mas bien un guarda muebles con baño. Por señas y un rudimentario ingles el viejito dueño nos contó que Chañaca nos lo había alquilado por un mes. Y nos trajo dos colchones para que durmiéramos hasta que consiguiéramos algo más decente.
Tuvo la amabilidad de traernos una ollita con guiso de cordero. "Lo mandan los elfos" creímos entender que dijo.
Así fue como nos hicimos vendedores de helados en Reykjavik.  En principio fue duro porque apenas nos hacíamos entender y vendíamos poco. Pero todo cambio cuando se nos ocurrió abandonar los cascos vikingos que habíamos heredado de Chañaca por un funyi y además poner tangos  en dos compacteras que nos regalo Oddur, nuestro viejito benefactor, junto con mini parlantes.
 Di Sarli y Donato parecían estimular el consumo de helados.
 Y si nos parábamos en alguno de los muchos parques de la ciudad  o  en la zona del puerto a veces veíamos como se juntaban dos o tres parejas a bailar.  Y el espectáculo incentivaba la venta.
Con el entusiasmo recuperado comenzamos a bailar nosotros también y poco a poco nuestras paradas se transformaron en milongas itinerantes al aire libre en donde incluso ganábamos algún dinero para permitirnos algo mas alimenticio que los perritos calientes que son la base de nuestra dieta y que preferimos al tiburón fementado o al pastel de criadillas de cordero que nos traía Hulda, la mujer de Oddur y que nos provocaba malestar digestivo.
Creo que los milongueros islandeses nos veían como una especie de indigentes culturales. 
Pero como es una sociedad igualitaria en extremo nos integraron y ayudaron viniendo a cada milonga improvisada que montábamos.  Incluso la comunidad nos cedió a préstamo un pequeño pisito para descansar.
Abandonamos los helados y comenzamos a vender sanguches de morcilla de cordero.  Mientras milongueabamos y soñábamos con una milonga mas estable.  Lamentable e inevitablemente cada vez que poníamos Darienzo aparecía la policía.  Al verlos  salíamos huyendo con los carritos y desparramando las morcillas  y sin esperar nada nos escondíamos dos días. 
 Así estuvimos durante tres meses, hasta que uno de la milonga nos dijo que los amables policías estaban enojados porque nos les dejábamos opción y nunca podían hacerse una foto en condiciones con nosotros.
Se entiende en un país donde casi no se registran hechos violentos.
En nuestra paranoia habíamos confundidos su amabilidad con alguna confiscacion o clausura de la milonga, nuestra milonga itinerante "Orilleritos"  como he leído que sucede en otras ciudades europeas. 
Ahora estamos aquí  viviendo en este hermoso país de geiseres, volcanes y runas. 
Atrás han quedado los años de perritos calientes, las tribulaciones y las descomposturas estomacales de los primeros días.
Vamos devolviendo lo que nos han dado  y aunque no aprendimos mucho mas y nuestro tango sale un poco fofo  la nostalgia es poderosa.
Viendo  el puerto  y el mar me parece adivinar el ajetreo y la locura de la lejana Buenos Aires en contraposicion a la armonía y la paz que hay en esta isla.  Comiendo un bocadillo de morcilla de cordero me doy cuenta que además del  criollo choripan me falta algo.
Los elfos no me dejan mentir.
Y siento rodar por la cara dos lagrimones.
Perdonen la sensiblería. Los dejo amigos de Lusiardo Tango Club.
 Me parece que tengo  mensaje de un posible "socio inversor".
Abrazo milonguero.

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