Queridos amigos de "La Bata de Lusiardo" Somos Noemi y Morelio, integrantes del ballet de tango y folklore itinerante "Cancheritos". Les escribimos desde una pequeña ciudad noruega llamada Longyearbyen, en las islas Svalbard en Noruega,
donde nos ha llevado nuestra locura y la necesidad de recorrer mundo. Hace algún tiempo salimos de nuestra ciudad natal a este escenario lleno de tierra y gentes extrañas que es el mundo y que no comprende que nuestro arte sale de la necesidad de atravesar las capas del dolor, como una espina de pescado atraviesa una capa de lasaña y se incrusta directamente en el paladar. Con la esperanza y la fantasía de la juventud fuimos contratados para una gira por un crucero en el mediterraneo, el "CONDE GARRONCHO III " donde debíamos hacer obligatoriamente tres pasadas por día ante un publico de jubilados y jaraneros igualmente intoxicados con el bufet y la barra libre. Nos refugiamos en el alcohol y nuestro arte asediado por la vulgaridad decayó un poco.
Recuerdo como en un sueño las actuaciones en las que aunábamos tango, milonga, valses, chacareras y malambo - con música editada cuidadosamente - que a todos esos patanes agradaba. Sé que una noche en que había estado abusando del wisky, llena de gerontes lascivos y niños arrojadores de croquetas, se me escapo una bola de las boleadoras - que me hice artesanalmente con huesos de aguacate y una cartera de cuero que tenia mi madre - e impacto en un gordo baboso que miraba mucho las piernas de Noemi. No sangro mucho, pero al llegar a Napoles el mismísimo Hijo de Garroncho nos pidió que con nuestros equipajes bajáramos a tierra a conseguirle tabaco. Noemi, mi pareja de vida y coreografía, sugirió que además nos detuvieramos a degustar una milanesa napolitana en un restaurantito con encanto. Pero aquellas gentes italianohablantes, no alcanzaron a comprender a que nos referíamos, trayendonos en su lugar macarrones que ellos en su ignorancia insistian que era a la carbonara, con parmesano y yema de huevo y -habrase visto, sin crema. Cuando llegamos al puerto el Conde Garroncho era una sombra oscura perdiéndose en el horizonte y nosotros estábamos libres para conquistar Europa con nuestro arte.
La vida es movimiento, fugacidad, voluntad y oportunidades. Enseguida contactamos con Pietro Matricci, empresario de espectáculos y varieté que generosamente nos ofreció una media del 300 euros por actuación y por noche.
Lo que no nos dijo era que las actuaciones eran de una hora y con un intervalo de 6 meses entra cada una. En tanto debíamos trabajar en el establecimiento de Matricci "Caro Cumpare" como personal de barra.
Acostumbrados al pack resulton y pura adrenalina de diez minutos, comprendimos que nuestras piernas, llenas de pirotecnia y espectacularidad no iban a resistir la tediosa rutina de la labor culinaria.
Volvimos a huir de la incomprensión, esta vez hacia el oeste, a Madrid, en donde por intermedio de conocidos, pudimos por fin anunciarnos con foto y grandes letras en una milonga nueva que abria con nuestro debut.
Lamentablemente estábamos urgidos por el dinero fácil. Al escuchar el relato de nuestro peregrinar un par de dueños de milonga nos ofrecieron también actuar.
Estrenamos tres días antes - dos veces - en un fin de semana de delirio en el que se abrieron para nosotros todas las puertas.
Cuando hicimos nuestra presentación oficial, nuestro espectáculo en el que hacíamos una elaborada y compleja rutina acrobática ya era conocido. Topamos otra vez con la ignorancia, la sobriedad de quienes no podían ni siquiera imaginar uno solo de nuestros pasos. Estuvimos un tiempo allí intentando enseñar "pasos y teoría del gran escenario tangomalambero.
Íbamos a algunas milongas pero nuestro estilo eléctrico y vivo no era apreciado.
Ahora sé que no nos querian y nos envidiaban por nuestra despreocupada forma de hacer las cosas.
Conseguimos una motocicleta prestada a la que le pusimos el nombre de la compañía y con ella nos pusimos a recorrer pequeñas poblaciones en donde podíamos actuar a la gorra para ganar algunos dineros para gentes mas sencillas y aburridas, que festejaban de verdad con lo que hacíamos.
Hace diez años que llevamos esta vida de trotamundos.
Y nunca nos detuvimos a llorar. Ni a devolver la motocicleta que nos dió como una limosna gente ingrata.
Ahora, luego de innumerables actuaciones incomprendidas, llegamos aquí a Longyyearbyen, donde actuamos para los 1600 habitantes, y esperamos noticias de un empresario Noruego que tiene que contratarnos para actuar en el festival de tango de Pyramiden, un abandonado pueblo carbonero Ruso en el que importantes capitalistas quieren invertir para transformarlo en un centro de ocio y esparcimiento al estilo "Las Vegas". Llevados por nuestro afán de aventuras, llegaremos donde casi ningún paisano ha llegado, en medio del océano Ártico, y allí, como Peary, el que dicen que fue el primer hombre que llegó al polo norte dejaremos testimonio de nuestro paso, un taco desechado de los zapatos de Naomi y mis boleadoras hechas con hueso de aguacate. O mi vincha que sujeta mis ideas y mi rebelde cabellera.
O quizá, hagamos a la parrilla una buena milanesa a la napolitana.
Quien sabe que nuevo reto nos depara el mañana.
La vida y las oportunidades llevan el pelo cada vez mas corto.
Pero aun tenemos manos para agarrarlas.