Revista Psicología

Mindfulness a través de la sobrecarga intencional

Por Paulo Mesa @paucemeher

En mi práctica encuentro con frecuencia que un tema de trabajo es la dificultad para dejar la mente quieta, la dificultad para simplemente "dejar de pensar". Ayudo a mis clientes con un ejercicio aparentemente "contra-intuitivo" que consiste en que se enfoquen en " pensar lo más que puedan", en que piensen aún más cuando estén pensando, a que se llenen de más pensamientos...

Me sorprendo cuando, tiempo después, me cuentan que el esfuerzo de pensar más los deja sin pensamientos, que se sienten desbordados porque no tienen ya nada más en qué pensar y que si piensan en muchas cosas las ideas solo vienen y se van de nuevo... adicional a que el esfuerzo de "pensar más" tiene un límite que irremediablemente lleva a darse cuenta de que se "tenían muchos pensamientos"; se quedan sin pensamientos, se sienten "vacíos", en silencio. También descubren que lo que pensaban son ideas descontroladas, sin ilación, una "cosa" que "vomita su cabeza" sin entender por qué.

Esa paz es nueva, ese silencio es nuevo, es un lugar inexplorado, es una reconexión con la fuente, con la unidad, es un pequeño "satori". Lo que pasa después de esa sensación ya varía de acuerdo a la experiencia de cada quién y a la estructura de su mente (ego). Lo fascinante, lo que más me maravilla cada que lo presencio (en mí y en mis clientes) es que es una sensación a la que provoca volver; se dan cuenta de que hay algo más ahí observándolo todo, que el parloteo permanente no son ellos, que esto no es más que algo que se manifiesta de manera automática, que es algo que simplemente No Es.

Esa reconexión con lo que "No Es" es el primer paso para reconectarnos con la idea de lo Que Somos [en realidad], con la declaración del "Yo Soy el que Soy". ¿Qué sería de nosotros si observáramos más e interpretáramos menos? Seguramente superaríamos la esclavitud de la dualidad y evolucionaríamos más hacia la unidad. Sufriríamos menos porque pocas cosas nos afectarían. Seríamos más inteligentes porque en vez de obsesionarnos con construir explicaciones, simplemente veríamos las cosas como son, las comprenderíamos en su manifestación esencial en vez de pre-ocuparnos tanto por entenderlas.

La barbarie que nos está consumiendo se iría diluyendo. Atrapados en el mundo de la dualidad, en el mundo de lo relativo, la realidad se resume en un juicio de bueno - malo, religioso - ateo, alto - bajo, rico - pobre, cristiano - musulmán, etcétera. En muchas ocasiones escucho que varias personas se refieren al término "contemplación" como algo que se hace en la cima de una montaña, en absoluto silencio, observando el paisaje y escuchando los pájaros... algo demasiado trascendental, lento, calmado y silencioso para ser aprovechado por gente escasa de todo como somos hoy día: no hay tiempo, no hay espacio, no hay dinero, no hay energía, no puedo, no debo, no sé, y otro largo etcétera.

¿Has hecho contemplación cruzando un semáforo peatonal? ¿Andando en bicicleta? ¿Cortando un tomate? ¿Lavando los platos? ¿Trapeando el piso? ¿Has hecho contemplación mientras conduces o mientras te lavas los dientes? Sí, aquí hay un insight y es que la contemplación es en sí meditación, la vida presente, la vida observada.

Es un proceso, toma tiempo, es exigente, va contra toda nuestra educación y nuestros paradigmas, pero los frutos son asombrosos, son "mágicos", son abundantes. Una vez que llegas al lugar que te lleva este estado no querrás salir de ahí, no querrás volver, y si es que retrocedes, pronto te darás cuenta de que tienes el control sobre lo que ocurre, de que eres la inteligencia que observa, no la mente que hace ruido, eres (el alma) que controla a la herramienta (mente) y despiertas, poco a poco, a la ilusión de este mundo.

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