Pues aquí estoy de nuevo, con otra entrada dedicada a rescatar lecturas pasadas que en su momento no encontraron espacio en el blog. No era mi intención copar el verano bloguero de mini-reseñas. Sí tenía previsto publicar alguna, así como distanciar la publicación de entradas un poco más de lo que vengo haciendo últimamente. Mis planes veraniegos eran: una semana en París a principios de Julio que iba a constituir un viaje y unas vacaciones muy diferentes a los que acostumbro (y que he disfrutado pero también me parece ya super lejana), aprovechar la mayor disposición de tiempo que me proporciona el cambio del turno de tarde al de mañana en el trabajo durante el período estival para leer dos tochacos (uno de los cuales abandoné y el otro finalmente postergué) y disfrutar del solín. Sin embargo, la vida a veces asalta con imprevistos y circunstancias inesperadas y da al traste con todos los planes. Poco he visto el sol en julio, final e inesperadamente (dadas las imprevistas circunstancias) sí he leído, aunque no lo que tenía en mente, pero también he acumulado reseñas por redactar. El inicio de agosto lo he dedicado, pues, a ponerme al día con las reseñas, cargarme un poco de vitamina D y volver a la normalidad. Así que, mientras pulo y pongo guapas las reseñas pendientes y disfruto de nuevas lecturas, aquí os traigo un nueva entrega de mini-reseñas.
Para esta quinta entrega de mini-reseñas os traigo dos novelas que llegaron juntas a mi casa como parte de un lote de libros que me tocó en un sorteo. Ambas han sido publicadas en España por el sello Anagrama. Las dos están escritas por autores europeos (un francés y un británico) consolidados y considerados. La primera de ellas la leí en junio de 2019; la segunda, en noviembre de 2018. Con el escritor francés era (y sigue siendo) mi primer encuentro, encuentro que me dejó buen sabor de boca y del que alguna vez me he sorprendido pensando que debería de haber desarrollado más e incluso haber traído al blog. Con el escritor británico ya me había estrenado de forma, además, muy entusiasta, sin embargo, esta segunda toma de contacto me enfrió el entusiasmo (también es cierto que por los comentarios de lectores al post original en Instagram pude comprobar que la novela en cuestión no es la que más gusta del autor). Finalmente, hará un par de años, leí una tercera novela de ese escritor que me pareció pura maravilla. Esa tercera novela es Chesil Beach porque ese escritor es Ian McEwan. El francés responde al nombre de Michel Houellebecq. Las novelas que rescato son El mapa y el territorio y Solar. Con ellas os dejo y, si los planes no se vuelven a torcer, regreso a principios de septiembre y comienzo a contaros sobre mi verano lector. La próxima entrada que os tengo preparada, además, es un tanto especial y creo que diferente a cualquier otra que haya publicado durante los diez años de vida de este blog.
El mapa y el territorio - Michel Houellebecq
El mapa y el territorio ha sido mi primer acercamiento a Michel Houellebecq. Es una novela inclasificable e incalificable. Es biografía de un artista ficticio. Es falsa nostalgia teñida de cinismo. El autor es excesivo a veces, incisivo, juega a convertirse en personaje y en la última parte a la novela negra. A destacar el inicio de esa tercera parte, una cena de nochebuena del protagonista con su padre y alguna de las apariciones del Houllebecq personaje. Hay partes que me sobran en el conjunto de la novela pero sin duda toda ella se presta a la reflexión. Unido esto a la indudable calidad literaria de su autor, lo único que tengo claro es que sin ser perfecto he tenido entre manos algo muy bueno."Es curioso, podría creerse que la necesidad de expresarse, de dejar huella en el mundo, es una fuerza poderosa; y, sin embargo, por lo general, no basta. Lo que mejor funciona, lo que empuja a la gente con mayor violencia a superarse sigue siendo la pura y simple necesidad de dinero".
"¡Yo me defino, ante todo, como telespectador!"
"La individualidad es apenas una ficción breve dentro de una especie social".
"Así, el liberalismo modificaba la geografía del mundo en función de las expectativas de la clientela, ya se desplazase para hacer turismo o para ganarse la vida". "Ha cambiado mucho [...]. O sea, en el plano personal. Profesionalmente, en cambio, nada. De todas formas, es impresionante hasta qué punto la gente corta su vida en dos partes que no se comunican entre sí, que no interactúan en absoluto una con otra".
"Lo que define ante todo al hombre occidental es el puesto que ocupa en el proceso de producción".
"También nosotros somos productos [...], productos culturales. Nosotros también llegaremos a la obsolescencia".
"Mi vida se acaba y estoy decepcionado. No ha sucedido nada de lo que esperaba en mi juventud".
"Un crimen, y sobre todo un crimen que no sea canallesco ni brutal, es una cosa muy íntima en la que el asesino expresa forzosamente algo de su personalidad, de su relación con la víctima".
"Uno se percata de que envejece a través y por conducto de las relaciones con el prójimo; uno mismo tiene tendencia a verse bajo la especie de la eternidad".
Solar - Ian McEwan
Resumiendo y terminando: no me ha parecido un mal libro pero no era una lectura para mí. Y bien que lo siento, pues Ian McEwan me había deslumbrado con
Me gustaría hablar de justicia divina para referirme a este libro pero, ni es un calificativo religioso el más apropiado para una historia en la que no hay más fe que la del propio interés, ni tampoco dicha justicia tiene la contundencia que yo habría deseado. Sin embargo, ese dejar en manos del destino el final de Michael Beard, protagonista de esta novela, casi me parece una jugada maestra por parte de Ian McEwan. Y digo en manos del destino porque dudo mucho que el señor Beard tenga arrestos para afrontar alguno de los frentes que tiene abiertos. Sí, yo hubiese sido mucho más rotunda con ese niñato cuasi sesentón, con ese ególatra incapaz de asumir responsabilidades y que solo mueve el culo para sacar lustre a su nombre viviendo de un único rédito propio y alguno ajeno. Claro que, si vive así, es porque todo ese tinglado montado a su alrededor, no solo se lo permite sino que saca beneficio. Y supongo que esa y no otra es la intención de Ian McEwan: dejar en pañales malolientes el tinglado que es hacer de la ciencia un negocio poco honroso.Solar es una gran sátira. Pero esa opción por el humor, que no siempre consigo disfrutar, unido a un protagonista que genera empatía cero, aunque soy consciente de que ese es su cometido, han hecho que yo, a pesar de la radiación solar y energía fotovoltaica que emerge de sus páginas, me haya quedado más bien fría. La novela me ha resultado interesante y se lee bien, aunque estoy segura de que con un nivel superior de física al mío, que es de bachillerato, se disfrutaría mucho más. Así que tomad nota si hay algún amante de esta ciencia por ahí y a los que no, que no sufran si les interesa esta novela, que no es ningún jeroglífico y además cuenta también las cuitas personales de Beard.
La ley del menor, único libro suyo que había leído hasta la fecha, y ahora estoy en la encrucijada de si leer o no algo más del autor. El tiempo, esa magnitud física tan estudiada también por la física, decidirá por mí. Y bien me fastidia tomar una decisión tan estilo Michael Beard.
Traductor: Jaime Zulaika / Jaime Zulaika
Editorial: Anagrama / Anagrama
Año de publicación: 2011 / 2011
ISBN: 978-84-339-7568-3 / 978-84-339-7555-3
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