Para esta séptima entrega de mini-reseñas repito la estructura de la anterior entrega de esta sección. Es decir, os traigo una reseña mucho más breve de lo que acostumbro de una lectura reciente y rescato el comentario que en su día publiqué en redes sociales de una de esas lecturas que se quedaron sin aparecer en el blog. Las agrupo por tratarse de dos novelas de esas que tras su publicación consiguen una gran repercusión sustentada en parte por las opiniones positivas e incluso entusiastas de los lectores, pero cuyas sendas lecturas, aun con sus bonanzas, me han dejado algo tibia. Además, da la casualidad de que ambas novelas han sido publicadas por la editorial Seix Barral (la cual, todo hay que decirlo, suele proporcionarme muy buenas lecturas) y han salido de la pluma de escritores (escritora y escritor) españoles de los cuales nada había leído con anterioridad. La lectura reciente es La mala costumbre, de Alana Portero; la rescatada -leída a principios de 2019-, Feliz final, de Isaac Rosa. Con ellas os dejo.
La mala costumbre - Alana S. Portero
No sé si es bueno haberme imaginado desde el principio a la protagonista de La mala costumbre como una niña; quiero decir como una niña con los atributos físicos que les suponemos a las niñas. Bueno es; tiene que serlo cuando esa protagonista es una niña. Pero también es una niña trans, es decir, una niña atrapada en un cuerpo de niño. Tal vez hubiera estado mejor, por tanto, haber podido imaginar las dos cosas a la vez: la niña y el cuerpo de niño; la niña y su prisión. Lo que son sus carceleros, lo que es el entorno de esa niña (familia, barrio, sociedad, cultura) eso sí lo he podido imaginar porque Alana S. Portero, la autora de esta novela, me los ha presentado muy bien.
La niña nació a finales de los años setenta en San Blas, un barrio pobre de Madrid en el que los niños compartían espacios de juego con aquellos otros que apenas habían dejado de serlo y que recién habían cambiado los juegos infantiles por el caballo inyectado en vena. En ese barrio y en esa época también nació y creció Alana Portero, que también fue niña trans, que ahora es mujer trans que ha escrito una novela sobre una niña trans y su duro camino ya no hacia un derecho sino hacia un hecho que a algunas nadie nos discute pero que otras han de conquistar con lágrimas, miedo e incluso la negación de sí mismas: el de ser mujer.
La mala costumbre es una novela de ficción, pero de la que resulta difícil no pensar que tiene mucho de autobiográfico. No quiero decir que los personajes que en ella aparecen y que las situaciones presentadas sean reales o estén basados en la realidad, algo que ni sé ni me importa, pero sí que los sentimientos, pensamientos y reflexiones de su protagonista son los de Alana Portero, por mucho que la niña (y después adolescente, y después mujer) que yo me he imaginado no sea Alana Portero.
Narra la escritora madrileña en primera persona. No sé si esta elección ha sido acertada. Creo que a esta novela le hubiera venido mejor más distancia. Creo que le hubiera venido mejor que su autora contara menos y mostrara más. Creo que ya que esta historia está así contada el libro hubiera funcionado mejor como memorias (memorias ficticias, si se quiere) que como novela porque creo que a Alana Portero se la ve en él demasiado. Y digo creo por la duda que siempre me asalta respecto a lo que no funciona cuando la lectura de un libro no me agarra como me debería de agarrar, ya que soy consciente de que todo esto que estoy poniendo en duda en otros libros quizás sí funciona. Digo creo porque, dado el entusiasmo tan unánime que ha suscitado esta novela, igual la que ha fallado en esta lectura he sido yo.
Alana Portero escribe bonito. A la par que la historia de su niña construye un retrato del barrio que ambas comparten y de sus gentes. Se nota el cariño de la autora por sus personajes. Se nota el amor por su ciudad, Madrid, a la que le regala un hermoso pasaje. Se nota su conciencia social. Se nota su fuerte conciencia de clase. Se nota su feminismo activo. Se nota su ideología política. Se notan demasiadas cosas que más que sumar restan y que le dan a esta novela una mirada un tanto parcial. Juzgar ciertos comportamientos predominantes décadas atrás desde la perspectiva presente e incluso recurriendo a nomenclatura entonces inexistente o apenas conocida tal vez le hubiera venido bien a un libro más ensayístico, pero no a una novela que debería anclarnos a cada uno de los momentos presentes (ahora pasado) de su protagonista. Sí acierta Portero a la hora de dejar constancia en la necesidad y la importancia de los referentes.
No puedo decir que La mala costumbre no me haya gustado. No puedo decir que sea una mala novela. Pero para mí ha sido un sí pero... ay, un sí pero.... uf, por ahí no, un sí pero... ¿y ahora esto por qué? Lo que me ha sobrado en esta lectura he intentado explicarlo, aunque probablemente con escaso éxito. Lo que me ha faltado siempre es más difícil de aprehender.
Me ha gustado imaginarme desde el principio a la protagonista de esta novela como una niña. Me ha gustado verla como lo que es. Regalarle la imagen que el espejo no le devolvía. Regalarle la mirada que el mundo le negaba.
"Que una acabará siendo mujer lo descubre a través de los ejemplos que tiene cerca, de la sed de referentes, de la necesidad de participar de la herencia que unas mujeres se dejan a otras y que es ajena a los hombres"."Ser hombre, ser mujer, no ser ninguna de las dos cosas es algo que no puede experimentarse ni construirse a solas, mi cuerpo de mujer necesitaba provocar deseo por sí mismo, ser definido por unas manos que lo quisiesen, moverse con libertad, como se baila, y provocar las respuestas adecuadas". "[...] que sí, que tenemos derecho a una vida gloriosa, que la desgracia es una cosa que nos hacen, no que llevamos como una marca de bruja desde el nacimiento".
Feliz final - Isaac Rosa
"Excavar es [...] falsear, una ilusión de reconstrucción [...]. El amor se destruye, se falsea, al recontarlo. El amor es inenarrable, siempre se narra cuando ya ha pasado, y entonces está sometido a relectura, reajuste, cuando no revancha. El amor es inenarrable porque el tiempo del sentimiento y el tiempo del relato nunca coinciden, y lo que ahora contemos siempre será una reelaboración racional de un sentir que se evaporaba a medida que ardía. Cualquier intento por contar el amor está condenado al fracaso".
Isaac Rosa excava con precisión de arqueólogo para narrarnos una historia de desamor. Remueve tierra, levanta estratos y ahonda en las razones por las que un amor intenso se torna con los años en afecto, en el mejor de los casos, cuando no en resentimiento. Utiliza bien sus instrumentos, escribe muy bien y su prosa me lleva sin esfuerzo. Su narración, que se me antojaba íntima, se me vuelve certero retrato social: el amor como un modo más de capitalismo, la vorágine del trepidante ritmo en el que vivimos, la trampa de la falsa libertad, la conquista (o fracaso) del derecho a la felicidad. Me ha gustado su aunque por momentos he sentido que buscaba en exceso la identificación del lector, que escribía más pensando en quién lo iba a leer que en dejar hablar a sus personajes. Me ha faltado, aun comprendiéndolos, sentir una mayor conexión emocional con su pareja protagonista, y la réplica entre ellos, que a priori imaginé un recurso original, me resultó un tanto artificiosa. O tal vez más que faltarme algo me ha sobrado. En su precisión de arqueólogo Isaac Rosa levanta su teoría sobre las piezas encontradas. Yo hubiese preferido que las hubiese dejado expuestas y ser yo quien las interpretara. Claro que también puede ser que estos peros se deban a que he leído este libro en unos días en los que me he movido al ritmo frenético de este mundo loco y que la lectura, que aunque me abisma paradójicamente también me ancla, no haya conseguido en este caso contrarrestar ese ritmo y volverlo un Feliz final "caminar despacio, muy despacio, no se me ocurre mayor insumisión".
Año de publicación: 2023 / 2018
ISBN: 978-84-322-4212-0 / 978-84-322-3410-1
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