Mini Review…por César del Campo de Acuña
Kong: La isla calavera (Kong: Skull island – 2017)
Desde pequeño he sentido autentica fascinación por las películas de King Kong. No recuerdo exactamente a qué edad vi por primera vez el inolvidable film de 1933 pero si puedo asegurar que no tenía más de 5 años. A pesar de ser en blanco y negro, la cinta dirigida por Merian C. Cooper y Ernest B. Schoedsack me dejo alucinado y desde entonces siempre ha ocupado un puesto entre mis preferidas. Tenía, tiene y tendrá todo; aventura, romance, localizaciones exóticas y, por encima de cualquier cosa, criaturas gigantes. Si se fijan no he escrito monstruos, porque no creo que los gigantescos protagonistas de la cinta lo sean. Son animales y se comportan como tal. El caso es que tanto me gustaba que no fueron pocas veces las que alquile la original, King Kong (la de 1976) y King Kong 2 (1986). A pesar de conocer el trágico final no paraba de llevarlas a casa. ¿Quiere decir esto que soy aficionado al Kaiju-eiga? Pues no, lo cierto es que no. Más allá de un trozo de Los monstruos del mar (Gojira, Ebirâ, Mosura: Nankai no daiketto) que pille en el canal autonómico, mi primera exposición a Godzilla fue la versión de Roland Emmerich estrenada en 1998 y que no he visto desde entonces. Si, fui seguidor de Bioman (Chōdenshi Bioman) pero hasta ahí llego mi interés por los monstruos japoneses. Escrito todo esto quisiera añadir que en 2014 fui de los que salto al carro de Godzilla y fui uno de los que se quejó, amargamente, de que el monstruo salía poco.
Ya sé que es lo tradicional, pero tras ver la película de Gareth Edwards me sentí como cuando una caratula te engañaba vilmente en el videoclub. Es cierto que no la he visto desde entonces y puede que, sabiendo lo que se ahora sobre el rey de los monstruos, si la volviera a ver cambiara mi opinión sobre la cinta pero, con el amargo recuerdo de la primera piedra del llamado Monsterverse, no podía hacer otra cosa que mirar con cierto recelo el lanzamiento de Kong: La isla calavera. Como es costumbre esquive cuanto tráiler, poster y filtración fotográfica pude. De hecho, hasta unas semanas antes del estreno ni siquiera sabía que actores aparecían en la película. No quería crearme expectativas ni ilusiones pero tampoco sentía que la nueva entrada del citado Monsterverse tuviera que resarcirme de algo. Compre mi entrada, simple y llanamente, porque era King Kong. Eso bastaba. A fin de cuentas la versión de Peter Jackson de 2005 me encanto y aunque era consciente de que Kong: La isla calavera no se trataba de otro remake de la historia clásica, estaba dispuesto a dejarme llevar otra vez más a los salvajes e inhóspitos parajes en los que Kong es rey pero sin esperar nada más allá que otra decepción.
¿Y qué me encontré? Pues una aventura sumamente entretenida que nos lleva a 1973 para acompañar a un grupo, compuesto por soldados y científicos, a una isla nunca cartografiada y en la que se esconde del tiempo una fauna colosal y salvaje. Atrapados en una zona de la isla, el grupo tendrá que llegar como pueda al punto de extracción sorteando todos los peligros que acechan en un terrible jardín del Edén en el que Kong es rey. A grades pinceladas, como digo siempre, esa es la trama pergeñada por John Gatins (El vuelo, Acero Puro, Coach Carter…). Dirige Jordan Vogt-Roberts en el que es su segundo largometraje y lo hace con soltura y desparpajo. Sin demasiada personalidad, todo sea dicho (a fin de cuentas es un Yes Man), pero con solvencia y sabiendo mirar hacia donde el espectador realmente quiere ver. El casting principal está compuesto por Tom Hiddleston, Samuel L. Jackson, Brie Larson, John C. Reilly y John Goodman y todos ellos interpretan a personajes cuyas historias nos suenan ya que prácticamente son clichés del cine de aventuras. Este escueto desarrollo, basado en tópicos, ayuda a que la atención se centre en Kong y su reino, los auténticos protagonistas del film. Aunque no haga falta decirlo, el acabo visual y el diseño de producción son apabullantes. Siendo el Kong de mayor tamaño de la historia del cine estadounidense el diseño escogido es sumamente acertado. Por otro lado, la gigantesca fauna que puebla la isla es original y familiar al mismo tiempo, logrando un acabado coherente en el que todo funciona.
Por otro lado la acción esta fenomenalmente rodada y no es mostrada como si la cámara estuviera sujeta a una hélice. Por momentos, tal y como esta filmada, la pantalla parece gritar al espectador: “esto es lo que has venido a ver”. Básicamente, el poster no vende humo cumpliendo con creces lo prometido. Por otro lado, y a pesar de su bisoñez Jordan Vogt-Roberts le imprime un ritmo sensacional al film y no se pierde en dimes y diretes que traten de convertir al film, por aquello del arte, en algo que no es. Con esto quiero decir que sus dos horas de metraje se pasan en un suspiro y resultan sumamente agradecidos de ver debido a que todo el tiempo nos están contando cosas que hacen avanzar la trama sin hundirla en un cenagal de escenas arbitrarias dispuestas únicamente para engordar el trabajo. Quizás el único aspecto negativo que encontré en el film es que la comedia no terminaba de funcionar. El alivio cómico (John C. Reilly) no termina de funcionar como tal dando, algunas de sus líneas de guion, cierta vergüenza ajena aunque su personaje en si resulta interesante y estando el actor realmente bien en el papel. En general solo puedo decir que Kong: La isla calavera, me sorprendió gratamente gracias a plantear una aventura sencilla, entretenida e interesante en la que todos los focos apuntan al colosal primate más famoso de la historia del cine.
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