Cambio de tercio. El MiniCuento de hoy es mucho más “amable” que los últimos que he escrito (sobre todo mucho menos criticón). Espero que os guste:
(EL) Acababa de llegar a casa. Dejó la chaqueta y la corbata, con el nudo sin deshacer, en el pomo de la puerta de la cocina. Seguía teniendo calor, así que se desabrochó varios botones de la camisa. Llevaba todo el día deseando este momento. Se sentía como si fuese un adolescente. Llegar a casa y tenerla toda para él. Aún así revisó las cortinas para que ningún vecino curioso le pudiese ver. Hacía tanto tiempo que no lo hacía, que se sentía algo culpable. Encendió el ordenador.
(ELLA) Venía de su sesión diaria de tres horas del gimnasio. Aparcó enfrente de la puerta de su portal. Miró desde la calle hacia su piso. Las cortinas estaban echadas. Le extrañó, ya que como norma general, la chica que limpiaba el piso las dejaba abiertas para entrase la luz a las plantas. Al abrir la puerta de su casa se percató de que solo estaban echadas dos de las tres vueltas de la cerradura. Escuchó unos pasos apresurados en el pasillo.
(EL) Estaba disfrutando de ese momento delante de la pantalla, viendo unos cuantos videos que le habían mandado sus compañeros de trabajo. Entonces fué cuando oyó la puerta abrirse. Sin apenas pensarlo, cerró la pantalla del portatil y se dirigió corriendo al baño. Ahora si, que se sentía como un adolescente pillado infraganti. Cerró la puerta con pestillo. Ella se enfadaría un poco al principio, pero lo entendería. O eso creía.
(ELLA) En la puerta de la cocina estaba la chaqueta y la corbata que llevaba su chico esa mañana. Oyó el pestillo del baño. Dejó la bolsa de deporte en el suelo y se dirigió hacia allí.
- ¿Carlos? ¿Estás bien? – dijo tímidamente a la puerta.
- Si, si… – se le oía nervioso. Ella intentó entrar, pero el pestillo se lo impedía.
- Abre la puerta, Carlos. – Su tono era autoritario.
- Un-un momento, ya acabo… – Se oyó como tiraba de la cadena. Salió azorado.
- ¿Qué hacías ahí dentro?¿eh? – Miró dentro del baño. Allí no había nada, ni nadie. Se volvió hacia él con cara interrogativa. El se encogió de hombros.
- Mira que eres tonto. – le sonrió picantona – Bueno vamos ha hacernos un zumo vitamínico. “Para que cojas fuerzas” – Se volvió hacia él una sonrisa lasciva.
Se dirigió hacia el salón, abrió la pantalla del portátil y entonces vio la mayor traición que se le podía hacer. Su rostro se tornó rojo. Él bajó la mirada avergonzado. En el marco de la pantalla había una gran mancha de Nocilla.
FIN
Nos leemos en el siguiente capítulo.
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