Personajillo infame, por desgracia no es de mentirijillas sino una triste y patética realidad de nuestra España, o de quien sea. Mentirosillo, no, mentiroso, lo dice el Consejo de Estado. Responsable de la muerte de 62 militares a los que nunca llegará a las suelas de sus zapatos, aunque hubiesen pisado mierda. Contrató un ataúd volante con capacidad para 62 cadáveres y acertó. Un aparato que todo el mundo había desahuciado a él le valió para traer a los militares que, esos si, limpian la marca España en sus misiones. Error humano, dijo el ex minisTrillo de defensa que solo se defendía a él. Mentira: Error inhumano. Cruel. Doloso. Imperdonable.
Cobardillo, también. Chapucero macabro que repartió con urgencia restos mortales a discreción entre los inconsolables familiares. Recibieron huesos de otros fallecidos para que todos tuviesen un pedacito. Féretros con restos de hasta tres diferentes cuerpos. Ojalá que le repudie la sociedad, como ser humano. Ojalá le repudien los ingleses, como embajador, ¿de qué? Embajador de la ignominia. De la vergüenza. Ojalá que lo envíen de vuelta al fin del mundo en un Yak 42, aunque funcione, que no sean tan cabrones. Para que desarrolle algo de empatía y exude gotas de fragancia a muerte y compruebe cómo huele el miedo, el pánico. Y que aseguren el avión, por si surgiera lo peor. Con aquel dinero del seguro que voló y que nunca apareció.
Patriota que envía a la muerte a compatriotas. Aún tendrá huevos de besar su bandera española. Aún tendrán cojones los que mandan de retirarlo con honores. Perdón, con horrores. Ya veréis.