Antonio Cuesta *
La Asociación de Derechos Humanos (IDH) de Estambul emitió a principios de este mes una declaración con motivo del 63 aniversario de los crímenes cometidos contra las minorías no musulmanas el 6 y el 7 de septiembre de 1955.
La nota rememoró una de las páginas más negras de la historia reciente de la República de Turquía, cuando miles de personas, con banderas turcas en sus manos, atacaron las viviendas, los negocios y los templos de ciudadanos judíos, armenios y especialmente cristianos ortodoxos, quemando, saqueando, violando y linchando a decenas de ellos.
Los peores hechos de violencia se vivieron en Estambul, pero también se llevaron a cabo actos de barbarie en Izmir y en la capital, Ankara, y en las ciudades de Urfa, Mardin y Midyat, donde la minoría cristiana predominante era la siriaco-ortodoxa.
Según los datos presentados por el investigador Speros Vryonis “4 mil 214 casas, 73 iglesias, 26 escuelas, una sinagoga, centros de trabajo y tiendas fueron quemadas, destruidas o saqueadas, sumando un total de 5 mil 317 lugares”.
La cifra ofrecida por el académico Erik J. Zürcher en su libro ‘Turquía una historia moderna’ es aún mayor, elevándo a 5 mil 622 el número de inmuebles atacados y señalando que “incluso vinieron camiones de Anatolia para recoger el botín”.
En su comunicado la IDH no dudó en atribuir al Estado la comisión de tales crímenes, siendo “una actividad de guerra oculta, meticulosamente organizada y llevada a la práctica por multitudes aleccionadas en reuniones planificadas por la Organización Nacional de Inteligencia”.
Incluso el Premio Nobel de Literatura Orhan Pamuk reconoce que “miembros de ciertas organizaciones apoyadas por el Estado les habían dicho (a las bandas de asaltantes) que podían saquear con entera libertad”, pues como luego sucedió la policía se abstuvo de intervenir, dejando actuar a los violentos.
Según los registros el número de muertos fue de 37 y el de violaciones de unas 400, “algunas de las mujeres fueron asesinadas después de haber sido violadas, el sacerdote Hrisantos Mantas de 90 años fue quemado vivo, otros sacerdotes fueron apuñalados y circuncidados, y decenas de personas fueron linchadas”, recoge la denuncia basándose en documentos y fotografías de la época.
El detonante de esos pogromos fue la explosión de una bomba en el consulado turco en la ciudad griega de Tesalónica, lanzada por un agente de los servicios secretos de Turquía, aunque la versión oficial achacó los disturbios a “grupos incontrolados” de indigentes que asaltaron a las minorías ricas de comerciantes para robarles.
Una interpretación claramente distorsionada si se tienen en cuenta la brutalidad con que fueron llevados a cabo los ataques, el hecho de que las víctimas no fueran musulmanas o la destrucción de iglesias, sinagogas y cementerios, convirtiendo en ruinas algunas de aquellas con dinamita o disparando y destruyendo objetos sagrados.
Con motivo del luctuoso aniversario el parlamentario de origen siriaco, Tuma Celik, del Partido Democrático de los Pueblos (HDP), llamó la atención sobre la inquietud que experimentan los no musulmanes en el país debido a la impunidad de los crímenes contra las minorías, recordando que los eventos del 6 de septiembre quedaron sin castigo.
En efecto, la única consecuencia tras dos días de violencia fue la dimisión del entonces ministro del Interior, Namik Gedik.
El diputado dejó claro que no se trata de buscar ningún tipo de confrontación, argumentando que “la razón por la que queremos pedir cuentas del pasado es para evitar que vuelvan a ocurrir cosas similares en el futuro”.
Su compañero de origen armenio Garo Paylan, parlamentario del HDP por Diyarbakir, también llamó la atención sobre el hecho de que los crímenes se repiten en caso de que prevalezca la impunidad, y alertó de que “cada vez que el Estado usó términos retóricos como ‘nacional’ o ‘enemigos internos’, las minorías sufrieron un desastre”.
Para prevenir esas catástrofes Paylan consideró que “la única garantía es la sensibilización social y el bienestar del sistema”, pero se mostró pesimista al agregar que “desafortunadamente la conciencia de la sociedad está ahora muy lejos del punto de establecer esa empatía”, añadió.
Por su parte la IHD concluyó su comunicado señalando que, como “defensores de los derechos humanos, y contrarios al racismo y la discriminación”, ponen en cuestión la historia oficial sobre los hechos ocurridos hace 63 años, “condenándolos como un crimen de odio”.
* Corresponsal de Prensa Latina en Turquía.
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