"Mira a esa chica, es la de la violación. Mírala. Comiéndose una pizza tan ancha. Mírala, sentada en un bar, bebiendo un refresco, ¿no te parece que está flirteando con el camarero? Mírala, dicen que tiene un tatuaje en el pecho, no podía escoger otro sitio. Ahora lo lleva tapado. Para que no la llamen, ya sabes, puta. Mírala con la boca pintada de rojo. Ese rojo de furcia. Mírala, joder, mírala. ¿No se la ve muy relajada? Ahí, sonriendo, como si nada.
¿Tú sabes de aquellas fotos? ¿Las que se hizo en un probador? Casi tenía las tetas al aire. Fue solo unos días después. Y estaba partiéndose de la risa. ¿De qué se reía? No debería haberse reído de esa manera tan basta. Porque, en serio, ¿de qué se reía? ¿De qué se reía tanto? No debería reírse. Pero a ella qué más le da."
“Mira a esa chica” es lo primero que leo de Cristina Araújo (Madrid, 1980), tampoco será lo último, ahora lo sé. También es la ópera prima de esta autora madrileña afincada en Fráncfort, que, para mi regocijo asegura querer “escribir cosas que la gente no se atreve a decir que piensa”. Una primera novela publicada que se ha erigido ganadora del Premio Tusquets 2022, un premio que me suele resultar siempre atractivo (curiosamente, los Nóbeles y los Planetas no los suelo leer, no me llaman nada la atención). Os cuento que me animé con esta lectura gracias a mi buen amigo bloguero Juan Carlos, después de leer la reseña en su blog. Yo creo que la mayoría de los que pasáis por aquí ya lo conocéis, pero a los que no, os lo recomiendo encarecidamente, sus reseñas son muy trabajadas y siempre lee literatura de la buena, merece la pena visitarle.
La trama a grandes rasgos sin spoiler
Así comienza la novela, con una chica con la mirada perdida en un banco, Miriam Dougan, una adolescente a la que acaban de violar. De la noche anterior, de la fiesta, Miri, que es como la llaman sus amigos, recuerda poco, únicamente que de repente se encontró siendo arrastrada voluntariamente a un portal y rodeada por cuatro chicos de fuerte complexión. Ella solo había quedado con El Estudiante, su ligue de Tinder con el que llevaba todo el verano chateando e intercambiando fotos subiditas de tono, pero para su sorpresa, el chico se presenta con tres amigos mas. Por no parecer una niñata, por no dar la nota, Miriam se deja llevar, les sigue la corriente sin imaginarse lo que ellos pretenden, lo que ellos tienen en mente hacer con ella.
Estás sentada en el banco, el bolso apretado contra las costillas con las dos manos, las pupilas desenfocadas, como si te hubiesen intentado robar. Pero no te han robado. Hace frío, lo notas sobre todo en los pies, y si estuvieras en condiciones de pensar, pensarías, por ejemplo, que cuántas horas quedan para el amanecer. Pero no piensas, y lo único que sientes es. Nada. Que te escuece el raspón en la parte blanda de la rodilla. No tenías ninguna herida cuando has salido de casa. Te sorbes los mocos. Llevas como veinte minutos con la mirada perdida en una mancha de la sandalia. Esa mancha, no la recuerdas tampoco. Una salpicadura de barro, o de cubata, o quizá es que has pisado el charco de una meada de camino al portal. O la vomitona de alguien. O puede que sea, tal vez. Semen. Deberías levantarte y echar a andar. Deberías. No logras moverte. Estás llorando, estás cagada de miedo.
En ese banco se la encuentra Tallie McGrath, que avisa por whatsapp a su amiga Paola con la que había quedado, ambas compañeras de clase, que la llevan a urgencias, al hospital. Y a partir de ahí, de ese momento en el banco en el que Miriam todavía no es totalmente consciente de la gravedad de lo ocurrido, su vida ya no será una vida normal, como la de cualquier adolescente, con las típicas preocupaciones de adolescente. Porque además todo está grabado, hay vídeos circulando.
Al principio no quiere denunciar, solo quiere que la dejen tranquila y en paz. Pero la convencen y denuncia y, aunque su nombre nunca sale en las noticias por preservar su identidad, todos saben quién es esa chica, que ahora es la señalada, “la chica violada”. Una chica que ya no puede dormir, que ya no puede comer, que necesita ansiolíticos y antidepresivos para seguir adelante, que debe de tomar pastillas y sufrir revisiones médicas frecuentes para evitar contagiarse del Sida y de otras enfermedades de transmisión sexual. Un verdadero infierno. . .
Así que ataques de ansiedad, insomnio, ronchas por todo el cuerpo y un principio de úlcera que los médicos trataron con antibióticos; y otra vez venga a vomitar, venga a dejarse comida en el plato, nuevos botes de pastillas multiplicándose en el armarito del baño, sudores, llantos con hipo, agorafobia, un incremento significativo de las visitas a la psicóloga.
Y hasta ahí os puedo contar. . .
Los puntos fuertes de la novela
✔ Los personajes: la estrella es Miriam, por supuesto, la víctima, maravillosa y fielmente retratada. Su madre, Pattie Dougan, no se entera de nada, aunque lo intenta con todo su empeño de madre superpreocupada. Sientes pena por ella, porque la ves sufrir y desear ayudar a su hija, poder arroparla y meterla en una burbuja de cristal a salvo de todo y de todos, pero que no sabe cómo hacerlo.
A ti te pasa algo. Y en efecto, le pasa. Le pasa que le duele todo y no le entra nada. Como una de esas gripes violentas que te dejan con el cuerpo hecho trizas. Solo que esta enfermedad es distinta. No la apaciguan las siestas ni el correr de los días, y la modorra se alterna con trances de una lucidez afilada, como si percibiese los estímulos en carne viva, como si toda su epidermis fuese una llaga.
De entre sus compañeros, están por un lado los que huyen despavoridos y por otro los que eran mas lejanos, pero que ahora inexplicablemente se le acercan. Lo cierto es que los que mas le importaban a Miriam, se alejan: Vix, es (¿era?) su amiga del alma que tampoco sabe como ayudarla y Lukas, su vecino y confidente que le da de lado y no quiere saber nada de ella tras el incidente, en parte por no querer verse involucrado en la vida de esa chica de la que todos hablan, en parte por no saber qué decirle, como dirigirse a ella después de lo ocurrido, el camino fácil, vaya. Una auténtica decepción. Y Jordan, el chico que le gustaba al que también creía su amigo, su amor platónico que ahora no se atreve a hablar con ella ni a llamarla.
Y en contra de lo esperado, esas chicas que antes le hacían burla constante, se metían con ella, con su físico y no le daban tregua llamándole “la Bufi”, “la Zampa”, ahora son las que siente mas cercanas, las que mas empatía le demuestran, las que mas intentan protegerla. Paola, Tallie, Clara. . . ¿por pena, por lástima?
✔ La prosa de la autora es de las buenas, de calidad, y su forma de contarnos la historia es peculiar, a dos voces: ● Por un lado, una voz que lo sabe todo de Miriam se dirige a ella directamente en segunda persona y en pasado, y le recuerda como eran las cosas “antes de”, metiéndose en su cabeza, en su mente. Recuerda con ella ese bullying sufrido en el colegio, por estar gorda, por no tener un cuerpo escultural, el rechazo, el sentirse invisible, constantemente una apestada.
Desde pequeña ha sido siempre lo mismo. Cuando una de las chicas de tu colegio quería fastidiar a otra o incordiarla en un clima de complicidad, se plantaba en mitad del patio y gritaba: eres más pringada que Miriam Dougan. También se divertían picándose unas a otras durante las clases: estás sentada al lado de Miriam, tienes la peste. Luego los comentarios se fueron diluyendo, evolucionaron en risitas, en cuchicheos, o en miradas. Pero al menos las chicas ofendían de esa forma difusa, como si todavía se preocupasen de conservar los modales. Nunca, o apenas, hacían referencia a la gordura tal cual. A veces te invitaban a sus fiestas de cumpleaños. Al fin y al cabo, habíais hecho juntas la comunión, vuestras madres se conocían de pedir la vez en la carnicería. Te prestaban sus juguetes y luego te los quitaban.
● Por otro lado, otra voz, otro narrador en tercera persona nos hace partícipes de los pensamientos y comportamientos de todos los que la rodean, mostrándonos los mensajes que intercambian los agresores y nos cuenta como lo ven ellos, como se sienten ellos. La mayoría cree que Miriam se lo está inventando todo.
Sinceramente..., yo creo que lo que te pasó fue un malentendido, pero no una violación. Miri, es que esos tíos no te cogieron ni te amenazaron con una navaja. Tú entraste con ellos a ese portal, no les dijiste que te dejasen en paz... Ni siquiera intentaste marcharte... Joder, es que... ni siquiera te sacaste sus pollas de la boca.
✔ Cristina Araújo es sin duda una autora valiente porque se atreve a escribir sobre algo que puede conllevar múltiples riesgos si no se trata adecuadamente. Riesgos que ella asume y de los que, desde mi punto de vista, sale bien parada. Típicos tópicos en los que podría haber incurrido, pero en los que no incurre, como el haber llevado un tema tan delicado y comprometido a los extremos o haberse ceñido a un único punto de vista, el de la víctima o el de los agresores. Pero no, la historia la aborda desde todos los puntos de vista posibles y se plantean todos los pensamientos posibles: los de los compañeros de Miriam, los adultos, los padres, los profesores, los médicos, el abogado que lleva el caso. Los que se ponen de parte de los agresores, ¡pobres chicos!, también opinan culpando a Miriam, porque seguro que ella se lo buscó, porque a ella le gustaba estar en compañía de varones y su carácter era demasiado afectuoso.
Es una desgracia, declara la dueña de un comercio del barrio. Esos chicos van a vivir estigmatizados para siempre. Esos chicos tenían un futuro, lamentan sus conocidos. ¿Cómo pueden haberse visto involucrados en un acto así?.
✔ La novela es cruda, a veces descarnada, no es para menos ya que retrata a la víctima de una manada, de una violación grupal. ¿Os suena? Mi lectura, curiosamente ha coincidido con la triste noticia de estos últimos días, de la chiquilla de once años violada en un centro comercial de Badalona por unos cuantos adolescentes, la mayoría menores de edad a los que ni siquiera se les puede imputar. ¡Que triste que pasen estas cosas!!
Llama la atención la gran capacidad que tiene la autora para empatizar con los sentimientos, con los pensamientos de una víctima de violación, te hace preguntarte si ella misma habrá pasado por ello, aunque imagino que no, parece que no. Es increíble cómo consigue meterse y meterte en la piel de Miri, quieras o no quieras, sin que te puedas plantear siquiera no hacerlo. No te permite verlo desde la barrera, como si eso no fuera contigo, impasible. Imposible. . ., te tienes que mojar, te pones de su parte sí o sí.
Algo habitual en las víctimas de violaciones, es que encima de haber pasado por lo que han pasado, se sienten culpables, piensan que ellas incitaron con palabras que dijeron, por como iban vestidas, por algún comportamiento. E incluso piensan que igual no ha sido para tanto, que igual están exagerando.
Ni siquiera..., fíjate, de repente ni siquiera está segura de que la agredieran. Seguramente no tenían intención de cometer ningún crimen, y quizá lo que denunció en realidad no era tal cosa. Porque si ella hubiese dicho: ya basta, fin, se acabó, hasta aquí hemos llegado. Entonces esos chicos la hubieran dejado en paz, no se habrían convertido en violadores. Pero no dijo nada. Mandó una foto de sus tetas por WhatsApp, y ahora con qué derecho se retractaba y les jodía la vida.
Y sienten culpa por no haber sido capaces de resistirse, de hacerles frente a los agresores, por puro y totalmente comprensible miedo a sufrir aún peores consecuencias en su integridad física. Por quedarse paralizadas de puro terror, " inmovilidad tónica" lo llaman los expertos, algo que sucede en un 70% de los casos. ESO NO ES CONSENTIMIENTO, que se entere de una vez todo el mundo. Me parece acertado incidir en ello.
Con ellos me fui voluntariamente, no percibí nada raro en un principio..., y cuando entramos en el portal... No sé, no pedí auxilio porque no me imaginaba lo que iba a pasar. Y no creí... No creí que viniera a cuento. No, no me sujetaron con fuerza y tampoco me taparon la boca. Es que no... no lo sé... No recuerdo quiénes me penetraron ni cuántas veces. No, yo nunca había tenido relaciones en grupo. No había hecho ese tipo de cosas en mi vida. No, tampoco lo sugerí. Sí, claro que tuve miedo, empecé a ponerme nerviosa... pero no me planteé escapar. No sé por qué... Eran muchos, y yo... Solo me quedé en blanco..., y me dejé llevar. No, en ningún momento intenté luchar. Yo solo quería que terminaran cuanto antes.
Resumiendo: "Mira a esa chica" me ha parecido una buena novela, muy bien escrita, con una trama necesaria en la que Cristina Araújo se atreve a poner sobre la mesa sin pelos en la lengua, lo que puede sucederle y probablemente le suceda a una adolescente tras sufrir una violación grupal, todo lo que se le podría venir encima “después de”, un retrato del drama después del drama.
En ciertas etapas de la vida, y sobre todo en lo que concierne al amor, lo razonable es estar trastornado, y la sensatez, una patología.
¿Os recomiendo leer esta novela? por supuesto, sin lugar a dudas, porque Cristina Araújo escribe de maravilla, porque si todo el mundo leyera este tipo de obras, seguro que aumentaba la empatía y el ponerse en el lugar de las víctimas de este tipo de barbaridades. Una lectura necesaria y una autora a la que seguir muy de cerca a partir de ahora
Mi nota esta vez es la máxima, para variar, dicho sea irónicamente: