Hay muchas cosas bizarras en la televisión argentina (y que no se agotan con los discursos de Christine in Chain). Pero confieso que, pocas veces, he visto algo tan absurdo como los programas de televenta. Si hay un claro ejemplo de cómo está funcionando la psiquis colectiva argentina, pierdan el tiempo en ver uno de estos programas y se darán cuenta que bien, lo que se dice bien, no estamos.
¿No sabe de que hablo? Espere hasta esta medianoche. ¿No puede conciliar el sueño? Hagame caso, prenda la tele y empiece a buscar por los canales hasta toparse con una señorita (preferentemente en minifalda) que lo insta a llamar a un asterico numerito numerito numerito. En un ángulo de la pantalla: un juego, un acertijo, una sopa de letras. (En un canal hay un ñato haciendo lo mismo; pero prefiero buscar uno de los canales con una señorita. Cuestión de gustos).
La chica se pone a gritarte y mandonearte como si fuera tu esposa: “¡Llamá ya! ¿Qué estás esperando que no llamás? ¿Cuántas veces te lo tengo que decir?”.
Vos tenés la tentación de mandarla a la puta que la parió y revolearle el control remoto. Pero refrena tu ira: vas a hacer pelota el televisor.
No es nada personal; sólo es negocio.
La consigna es: si sabés el resultado, llamás, salís al aire y te ganás un montón de plata. Cuanto más veces llamés, más posibilidades tenés.
Ahora, tratá de sacar de tu mente la voz chillona de la minita. Mejor concéntrate en las tetas que es lo único que vas a poder ver entre tantos cartelones sobreimpresos en la pantalla.
¿Más calmado? Bueno, ahora fijate en el juego.
Casi siempre es una pelotudez que sacás en no más de diez minutos y eso que dedicaste nueve y medio a mirar el escote de la conductora.
Por ejemplo, la otra noche había una sopa de letras cuya solución era “Carmela”.
Bueno, ya casi pasó una hora de programa. Pero hay un llamado. Lobotomía de Monsterrat. Y se arriesga con tono seguro: “Marcela”.
Fuiste. Cortá y volvé a llamar que no es la respuesta.
Otros veinte minutos de programa, reducidos a la minita pidiendo que llamés, a cambios de estado con tono de alerta nuclear (líneas abiertas, llamado inminente, fin de programa, gana o gana, etc., etc.).
Un catzo. No llama nadie.
Y la mina, ya a hora y media de programa, no sabe qué más decir. Te muestra los billetes, se calla, te mira con cara de culo.
Cuando está a punto de hacerte sentir tan culpable que hasta sos capaz de llamar, alguien se te adelanta y sale al aire el llamado de Lexotanil de Almagro: “Lamerla”.
¡Noooo! ¿Qué programa estabas viendo?
En ese momento, apagás el televisor y te vas a dormir. Que se dejen de joder.
Pero das vuelta en la cama. Para un lado, para el otro.
Y nada.
Te quedás pensando en si la minita sigue ahí, adentro del televisor apagado, pidiendo que la gente la llame.
Vas al baño. Tomás agua. Volvés a acostarte. Soñás un poquito.
Y te despertás.
Mirás el reloj: ya pasó otra media hora larga.
Y sabés que si no prendés de vuelta, no te vas a poder dormir.
Ahí está. La minita. Sigue con el mismo juego y no llamó nadie.
Entonces te concentrás en los mensajes al pie de la pantalla. Porque la minita ya ni habla, podrida de estar al aire tanto tiempo al pedo.
Y se suceden, uno atrás del otro, los mensajes de texto de gente que quiere conocer gente.
El mago con las mujeres de Merlo deja su celular. Otra sigue al pie de la letra las instrucciones de mandar el mensaje de texto precedido de un espacio y escribe: espacio antes de su número de celular. Busco chicas gorditas dice un émulo del asesino serial de “El silencio de los inocentes”. Y Johnny de Villa Caraza deja el celu para contactarse con mujeres de Casanova que busquen divertirse y no le tengan miedo al mal aliento. Amanda de La Tablada se confiesa afecta a nuevas experiencias que incluya chicas, chicos y animales de cuatro patas.
Pero ojo: aparece un reloj. Sólo queda un minuto. ¡Apurate porque se termina el programa y tiene que haber un ganador!
Corren los segundos. Pasó el minuto.
Ya está, ya gana alguien, esperás un poco más antes de apagar, total, por lo que falta...
No. Otra media hora más. Terminaba pero no.
Y justo, ¿podés creer?, justo cuando ya no queda casi nada, en el último segundo, alguien llama.
Y gana y se lleva el toco de guita.
Después no creés en las casualidades.
Ahí sí, apagás y te preguntás para qué mierda te quedaste desvelado dos horas y media a la madrugada.
Bueno. Sí. Te lo tengo que decir: para nada.
¿Te quedó la sensación que lo que viste es una estafa televisada?
Y... pruebas no tengo, pero tiene todo la pinta. Y te digo que no sos el único. Fijate en estos sitios:
http://www.elplog.com/tag/televenta/
y
http://ringtv.wordpress.com
Ahora sí, dormí tranquilo y sin frazada.