El alumno exitoso -salvando excepciones-, es aquel que se ha adaptado al sistema educativo, a la ineflexibilidad, al pensamiento convergente, a los patrones establecidos repitiendo lo que su profesor le ha contado sin pararse a razonar si es verdadero o falso o si se podría decir de otra manera El alumno acostumbrado a que lo que el profesor dice va a misa y no hay nada más que hablar, el alumno que no se sale del tiesto, el alumno que tiene el cuaderno muy limpio y que repite la lección como un papagayo aunque no sepa ni lo que ha dicho, el alumno que entrega los trabajos tal y como el profesor espera. Pero señores la vida real no es así. El bicho raro no es el que piensa Las empresas buscan personas productivas, innovadoras, resolutivas, que piensan por sí mismas, con pensamiento divergente, creativas, emprendedoras, originales, valientes...
Sin embargo, en el colegio nos cortan las alas, coartan la creatividad y nuestra capacidad para innovar y ser únicos se va mermando hasta que nos rendimos y sucumbimos al sistema, y a aquel que no se doblega lo machacan hasta que se aburre y cede por miedo a que le suspendan docentes que no están formados para sobrellevar la nuevas formas de pensar y aprender. El talento que se escapa de sus canones lo ignoran, maltratan, infravaloran, aniquilan, arrinconan, abandonan, aburren... hasta que se terminan por creer que son una mierda con todas las letras. Los alumnos que razonan asisten a los exámenes con un excepticismo total, vendidos al beredicto, poder de autoridad y subjetividad del examinador. Porque para poder estar a la altura del alumno "exitoso" han debido dejarse en casa el hemisferio derecho y eso como comprenderéis es imposible.
No estoy equivocado, voy por el buen camino. Estudio, me informo, leo, escribo, comparo, razono, ¡PIENSO!, en definitiva, me estoy fabricando mi propio futuro, no se valora porque no interesa o tal vez por miedo, pero no me rindo porque todo lo que estoy haciendo y aprendiendo por mi mismo es lo propio del siglo XXI. Lo que no es de recibo en la era de la información y las tecnologías, es tratar al alumno como una tabula rasa, como un objeto pasivo que espera a que le digan lo que tiene que hacer sin rechistar, y le planifiquen hasta donde debe llegar su esfuerzo, permitiéndose el lujo de prensincdir de las diferentes capacidades de cada uno.
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