Crónica de cómo empezó nuestra historia de amor y pasión por los viajes: mezcla de azar, insistencia, coincidencias y una pizca de destino.
22 de junio de 2012Es un viernes frío, de esos que no dan ganas de nada, menos de salir de fiesta. Mis amigos insisten en que los acompañe. Con la excusa del cansancio de la oficina los esquivo, pero hay un motivo que vence cualquier excusa: llega un amigo desde Perú y no es algo de todos los días: Roberto es primo de Julio, Eduardo y Víctor, tres amigos de toda la vida, de la escuela, del barrio.
Cada vez que fuimos con mi hermano Juan y amigos a Perú y paramos en Lima, además de darnos hospedaje y prestarnos a su familia por unos días Robertito nos llevó a los mejores lugares. Ahora somos locales y nos vemos en la obligación moral de llevarlo a un buen lugar: si fallamos nos lo hacemos a nosotros mismos. Lo complicado es definir a dónde. Algunos queremos ir a Palermo, otros no se quieren alejar demasiado y Ramos Mejía suena como la mejor opción.
Al final consensuamos en ir a Brako, un bar a dos cuadras de la estación de tren. Este como tantos bares de la zona se adaptó y es bar con pizza "medio pelo" hasta las 12 y con el correr de las horas se hace boliche. En el corto viaje al bar hablamos con los chicos de la final que tiene River para subir a Primera, de la destitución del presidente de Paraguay y del paro convocado por Moyano.
Ya dentro del "boliche" vamos por unas cervezas y bailamos con distintos grupos de chicas. Hay tres que se destacan: dos son contadoras y la tercera se está por recibir, tienen entre 24 y 25 años, y muy buena onda.
Suena cumbia argentina noventosa que invita a mover el esqueleto hasta a Stephen Hawking. En ese grupo de chicas hay una morocha que llama la atención. Me acerco, la invito a bailar y me dice: "Me llamo Alejandra". Se está por recibir de contadora en la Universidad de La Matanza, le quedan dos finales, es de Ramos Mejía, trabaja en Banco Provincia y dice que es una casualidad que haya salido, que lo hace para despejarse de entre tantas montañas de libros.
Mis pasos de baile están al límite de confundirse con un ataque de epilepsia, el que no conoce mi estilo piensa que debe llamar a un médico. Tengo suerte y Alejandra sigue mis pasos espásticos -con más gracia, claramente-. Reafirmo que lo mío no es el baile y que la voy a tener que remar.
En medio de un jugado movimiento de cadera le cuento que trabajo en una agencia de viajes, vivo en Haedo y estudié Comunicación. Me interrumpe y habla de un viaje que tiene planificado para ir a estudiar Inglés a Londres. Mientras suena Se me ha perdido un corazón de Gilda. Le digo que tengo pasajes para ir a Europa en noviembre, que voy a renunciar a la agencia de viajes para buscar algo que tenga que ver con lo que estudié para tratar de evitar esa frustración, que el posible recorrido incluye Londres. Imaginamos la posibilidad de encontrarnos en Europa y nos reímos. Coincidimos en lo gratificante de viajar, conocer lugares, gente.
Antes de que termine la canción nos besamos profundamente, de esos besos que empiezan algo importante. ¿Mirá si me quedaba en casa?, pienso. Bailamos y charlamos hasta que literalmente nos echan del boliche. Prometemos volver a vernos, aunque no será pronto. "Necesito poco más de un mes para rendir y terminar la facultad, después salimos. Acordate de mi nombre y buscame en Facebook: Alejandra Foti, como foto pero con "I", es fácil".
La cita más esperadaPasaron 30 días desde que nos vimos por primera y única vez. Fue mucho tiempo el que sostuvimos el principio de algo de manera virtual: primero Facebook, pasando por Messenger y los anticuados SMS. Es complicado manejar los tiempos cuando uno no quiere perder el contacto sabiendo que del otro lado hay algo tan importante como terminar una carrera.
En el medio, decenas de mensajes en horarios impensados: siempre con la promesa latente de la primera cita. Antes del último examen le deseo éxitos y le pido que me avise. Suena el Motorola V3. Mensaje nuevo: "Me recibí!!! A la noche vamos a Brako con amigos, si querés date una vuelta". No lo dudé un minuto aunque no confirmé para que sea sorpresa y no quedar como un desesperado. Qué bueno es terminar con la virtualidad, pienso.
Me pongo jeans, una remera con la cara de Lennon, perfume Paul Smith -no puede fallar-, y voy al encuentro. Esta vez solo, sin amigos. Entro al bar, la busco, me acerco algo vergonzoso y la felicito. La veo relajada. Estamos un rato, me presenta a sus amigos y arreglamos para ir a Dolido Dolce, una cafetería 24hs que queda en la esquina de Avenida de Mayo y Rosales, a 4 cuadras de donde estamos. Hace tanto frío que tenemos que mover las articulaciones de las manos varias veces para sentir que fluye la sangre. Son 4 cuadras eternas.
2am Tapeo mediante hablamos de la familia, los amigos, de viajes y algunas anécdotas graciosas: de mi aventura en el Amazonas, Machu Picchu, el norte argentino, de las vacaciones familiares en Uruguay. Ella del viaje a Europa con su mamá, de las vacaciones en Mar del Plata cuando era chica. Se repite en las historias lo fascinante de sacar un pasaje e ir rumbo a lo desconocido, salir de la rutina.
Vemos pasar dos cambios de personal, varias tazas de café, porciones de torta, escuchamos Gangnam Style más de 5 veces, tomamos más café, presenciamos peleas y reconciliaciones, nos sorprende el amanecer, la gente con el diario bajo el brazo, y una factura consumidor final con más de 10 ítems.
Son las 12pm, el ardor de ojos y el pestañeo lento obliga que arreglemos para vernos a la noche, tiempo suficiente para que se regeneren algunas células y no caer desmayados. Nos cuesta despedirnos, hay química, piel, no queremos que se termine. Siento que floto, Ale me partió la cabeza.
En noviembre de ese año ella viaja a Londres y armamos todo para cruzarnos cinco días en la capital de Inglaterra pero nos entusiasmamos y seguimos el viaje en París. En marzo del año siguiente nos vamos a vivir juntos y desde ese momento no paramos de viajar. Ese es el comienzo de nuestra relación y nuestro amor por los viajes: hacia Ahí Vamos. ¿Mirá si me quedaba en casa?
Si después de leer nuestra historia de amor les picó el bichito viaje, compartimos con ustedes esta guía de viaje a París.