Dame la mano-Dani_Vr-CC
Esto de ser mamá te expone a un montón de cosas, entre ellas esos recuerdos de la propia infancia, que van aflorando momento a momento. Imagino que todo esto de recordar ocurre cuando nos encontramos otra vez con situaciones similares a las que alguna vez nos sorprendieron, aprendizajes y cambios, primeras veces que ahora son las primeras veces de nuestros hijos, mezcladas con nuestras primeras veces como mamás.Creo que para la mayoría de las personas, mi relación con mis propios padres atravesó varias etapas a lo largo de nuestras vidas. En mi infancia fueron mis héroes, las personas más perfectas del mundo, mis santos salvadores, el lugar en donde yo podía encontrar cobijo y consuelo, ejemplo, amor y todas las instrucciones justas y precisas de cómo se debe vivir la vida. Ellos simplemente sabían todo!Luego llegó la adolescencia, y como es normal, también me rebelé. En mis intentos desesperados de encontrar mi propia identidad, tuve que alejarme de ellos lo más posible para así poder definirme a mí misma, sin darme cuenta que al contraponerme a ellos, me definía a partir de ellos más que nunca :) Ironías de la adolescencia. Mis pobres padres, que en esa época apenas pisaban sus cuarenta, eran vistos por mí como viejos y caducos :( Si estaban en la flor de la edad! Y lo pienso sobre todo hoy, que ya comencé a largar el carretel de mis 30 jaja. Yo solamente tensaba la cuerda y de repente mis sabios padres se convirtieron en carceleros, cuya función paternal más importante era marcar límites y decir "no". En la juventud (en la que sigo, ojo, eh?) hubo un vaivén de respuestas mías, internas hacia ellos. Enojo, admiración, desprecio, respeto... cosas lindas y feas, seamos sinceros. Esta edad que va desde los 20 a los 30, aproximadamente, nos hace creer que somos dueños del mundo, que sabemos todo, que todo lo que ellos nos enseñaron no va más, que la forma en que nos educaron es antigua, que fallaron, que nosotros podríamos hacer las cosas mejor. La típica soberbia juvenil de quien se está preparando para la vida, pero que de vivirla todavía no sabe nada. Y ahora llegué a otra etapa. La maternidad. Si, si! la maternidad (y paternidad) es, según yo misma, una etapa por sí sola. Recuerdo a mi madre contando experiencias, vivencias, anécdotas o cualquier tipo de historia, y para dar una referencia temporal siempre agregaba: en esa época yo ya estaba (o todavía no estaba) casada; o yo ya estaba (o todavía no estaba) embarazada; o vos (o sea yo, Mónica) ya habías (o todavía no habías) nacido; y así también referido al embarazo y nacimiento de cada uno de mis hermanos.
Manos amigas-Beatriz Sirvent-CC
Parece que desde el matrimonio y la maternidad (o paternidad), la vida ya no pasa en años, sino en embarazos, partos, grados de escuela y cursos de secundaria. Siempre me reí de estas acotaciones de mi mamá... hasta que me pasó a mí. Y es que creo, hoy que estoy en esa etapa, que la maternidad es un punto cero, un momento en el que todo vuelve a empezar otra vez, el momento de los recuerdos, los nuevos proyectos y estructuras, los exámenes de conciencia, la cura de los resentimientos, los reconocimientos a nuestros propios padres, los pedidos de perdón... Bueno... estaba en la relación con mis propios padres y había llegado a esa relación en esta nueva etapa: la maternidad. Ahora que soy mamá y que me toca a mí misma jugar con las infinitas posibilidades que me da la vida, la experiencia y el amor para criar y educar a mi propia hija, veo a mis padres a través de ese cristal y de repente todo cambió otra vez, igual a como había cambiado en la adolescencia, pero a la inversa.Hoy, que los miro desde mi maternidad, volvieron a ser mis héroes y mis santos salvadores, pero no porque los considere todopoderosos, sino porque siendo tan humanos como yo, tan falibles, tan comunes y corrientes, tan de carne y hueso, por haberse visto sorprendidos ellos mismos (como me pasó a mí) por una maternidad y paternidad inminentes, que llegaba a su vida en sus tiernos veintitantos y sin que aún supieran de que se trataba ser padres, fueron capaces de superponer mis necesidades de hija, de bebé, de ser humano recién llegado al mundo por encima de las suyas propias. Su amor fue inmenso. Tan inmenso que después de largas y agotadoras jornadas de estudio, trabajo, trabajo en casa, deberes, crianza, juegos, reflexiones y aprendizajes constantes, decidieron que les sobraba tanto amor, que podrían tener 3 hijos más!! Así que sí, fuimos cuatro... cuatro hermanos que hoy se aman con locura, porque ellos nos enseñaron a amarnos así. Por eso hoy, a través de ese lente que me da la maternidad y en esta nueva etapa en la que me encuentro en la relación con mis padres, solo puedo terminar en una conclusión, que es más bien un anhelo de mi alma: ojalá yo pueda, como madre, ser capaz de darle a mis hijos una infancia tan mágica como la que me dieron ellos a mí, ojalá pueda inculcar a mis hijos el amor, la solidaridad y la amistad entre ellos, ojalá, cuando me toque verlos crecer y desplegar sus alas, gusten de reunirse en una mesa con nosotros (sus padres), tanto como a mis hermanos y a mí nos gusta reunirnos con nuestros padres. Esas son algunas de las reflexiones sacadas del baúl de mi infancia. A vos también te tocó recordar tu infancia? Conseguiste recuerdos positivos? aprendizajes? reconocimiento a tus propios padres?