Revista Sociedad

Mirada anónima. Por: Alfredo Abrisqueta

Publicado el 27 octubre 2011 por Alfredo

Mirada anónima. Por: Alfredo Abrisqueta.
No dejo de sorprenderme cuando miro por la ventana y veo...¿Qué es lo que veo? No sólo el llanto de los niños que gritan comprensión, no sólo la tristeza inaudita de los chorros del tifón. Veo algo más e incluso nada, si alcanzo a comprender toda extensión inmaterial.
Quizá otros piensen que el momento apropiado no se ajusta a la realidad, no contiene sino un mar de lágrimas de piedra que insisten en no romper. ¡Si por romper entendemos construir bienvenido sea tal actitud! Pero sigo viendo...¿Qué estoy viendo? No sólo las miradas pegadizas que orquestan deseos de posesión, no sólo la ausencia de palabras que piden atención. Tal vez se muestre el reflejo animado por la oscuridad, pero sólo en aquellos mundos donde los valores son papeles que no pueden arder.
Aún así sigo observando, por si acaso, cerca de mí, se me aparece en nombre de todos los fenómenos, alguna brujería inaudita que se ha de quemar, si por quemar entendemos avivar. Sin embargo, sigo viendo y sintiendo...¿Qué es lo que siento? No sólo el frío que devora, amenaza con helar la vida atenuando su llama voraz, no sólo el revuelo confuso de las cosas presentes, con sentido inexistente, no sólo la astuta lengua que hechiza al hombre para soñar. ¡Si entendemos el sueño por inmortalidad prefiero la vigilia y morir en paz!
Cansado ya de mirar, de ver, sentir y escuchar...¿De qué estoy cansado? No sólo de la ociosa ignorancia que muere en vida, agarrado de la mano temporal, no sólo del movimiento recto y lineal, no sólo de las falsas notas que componen la cotidiana realidad. Y sin embargo, sigo escuchándolas...¡Me fatiga vuestro ritmo! Pues solamente el baile fanático es honrado con los pies del desdichado. La vista se cansa de tanta miseria mundana, los oídos redoblan las sandeces que reposan como imágenes en la mente. ¡Y el sentir de la vida! Se escapa temblorosa al ver las guadañas que portan los que torturan sociedades.
Mirada anónima. Por: Alfredo Abrisqueta.


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