OBRAS
MIRADOR CERRO ÑIELOL · 6/3/2022
A solo siete minutos caminado desde el centro de Temuco se llega a la a entrada principal del cerro Ñielol por la calle Prat. Este eje vincula el pie del cerro y el otro borde de la ciudad, el río Cautín. En Chile solo existen diecisiete monumentos naturales declarados y uno de ellos es el cerro Ñielol.
El cerro Ñielol, en su ascenso, parte sutilmente por un camino serpenteante que va siguiendo las curvas de nivel de la topografía existente. Este sendero conformado por la densidad de sombra del follaje de arboles nativos se va iluminando repentinamente por rayos de luz, dejando al habitante en escorzo con ventanas de paisajes que miran la ciudad de Temuco.
Llegando a su cumbre en la cota 230, sobre el nivel mar, la procesión arquitectónica se establece por una escalinata que da la medida y la distancia de llegar a la gran terraza, una horizontal en una cumbre. La mirada queda elevada sobre el dominio del territorio, dando el tamaño, la escala y la magnitud del valle de la ciudad, configurando su identidad. Se establece la morfología de este valle, donde el vacío queda medido por el cerro Conunhueno que se enfrenta al cerro Ñielol. En su parte inferior, como una avenida de agua en diagonal, se logra atisbar el río Cautín.
¿Cómo poder construir una obra arquitectónica para habitar el acto de encumbrarse en un perfil aéreo y que logre enmarcar el paisaje de este territorio? Volviendo a una identidad propia del habitar antiguo de Temuco: las casas antiguas poseían un zaguán, una doble puerta antes de entrar a la intimidad del hogar. Este pequeño lugar a contraluz dejaba una puerta con un vidrio catedral; un velo de luz que permitía vislumbrar sin descubrir el interior. Por lo tanto al caminar desde la calle el paso se atajaba vislumbrando una silueta de un interior. Esta observación del habitar antiguo de Temuco fue lo que se quiso rescatar.
El proyecto intenta buscar una medida, una escala entre el cielo, el árbol y la plataforma existente.
El mirador anterior poseía ya una antigüedad de cuarenta años con evidentes deterioros estructurales. A partir del estudio estructural y arquitectónico se estableció recuperar y reforzar las bases de hormigón y conservar los cuatro pilares de ciprés existentes y a partir de eso conformar un nuevo cuerpo, utilizando madera de pino oregón. El proyecto en su parte superior es una renovación completa de la estructura del mirador que existía. Las uniones y los vínculos se realizan con tornillos estructurales de Rothoblaas.
Desde una base de cuatro metros por cuatro metros se establece una doble altura, que incorpora un puente como acceso principal. Este define un umbral de sombra a contraluz. Se parte de un espacio comprimido que se dilata apareciendo la altura de la obra; y la vista mide. En su primer nivel, una ventana continua inferior permite al visitante sentarse y contemplar la ciudad, desde su geografía aérea. Esta altura queda cualificada por el brise soleil de madera que, como unos velos de luz, deja entrever sin descubrir el follaje del paisaje del bosque nativo del lugar. Al segundo nivel se accede por medio de una escalera que se convierte en un elemento arquitectónico desde un interior hacia un exterior, rematado en un balcón exterior. El habitante llega así al perfil aéreo de la cumbre.